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Entradas

Alas en la espalda

Corre en zigzag. Se refugia en un pórtico. Mira hacia atrás y no lo ve, pero sabe que ahí debe estar; lo siente, lo sufre. Sale otra vez y corre hasta el árbol, pega la espalda al tronco y vuelve a mirar hacia todos lados. Su actitud llama la atención de los que caminan por esa vereda, pero no le importa, sólo puede estar atento al peligro que lo acecha como todos los días. Sabe que tiene que seguir, aunque cada vez se le haga más difícil. Sabe que no puede volver a su casa, que no puede volver a pedir el día sin un argumento convincente. Sabe que su jefe ya lo tiene en la mira, que no va a perdonarle otra. Sabe que ni siquiera puede darse el lujo de volver a llegar tarde. Se despega del árbol y corre a toda velocidad para tratar de llegar hasta la esquina, para refugiarse en la parada de colectivos, pero enseguida escucha el aleteo que se acerca y no necesita darse vuelta para que en la cara le explote el horror. A su lado ve su sombra correr con alas en su espalda mientras siente com...

Cotorras

Firmó la carta, la apoyó en la cómoda bien a la vista, abrió la ventana y salió al balcón. Era un día luminoso, de cielo limpio y sin nubes. Pasó un pie sobre la baranda y después el otro. Un vecino de otro edificio situado a cincuenta metros lo vio y gritó algo que nunca escuchó. Tomó impulso y saltó. Pensó que su vida iba a pasar a toda velocidad ante sus ojos, pero no fue así, no vio nada, ni un solo recuerdo, ni un rostro conocido, ni una frase. No vio ninguno de los motivos que lo llevaron a saltar, ninguno de los problemas, ninguna de las frustraciones. No vio nada. Sólo una cotorra que lo miró de cerca, entre sorprendida y risueña y que empezó a gritar cuando sus brazos se desplegaron y le salieron plumas y se convirtieron en alas y su cuerpo se comprimió y se contrajo y se hizo liviano y verde y el aire lo empujó y voló, primero desorientado y chambón, como a los tropezones, pero de a poco acomodándose y acompasando su aletear con el de la cotorra, la otra cotorra, la que lo se...

Alma en pena

Mi alma está dudando. Debería haberse ido, pero está dudando. Se suponía que no iba a pasar del martes a la noche, que ya no tenía ningún motivo para quedarse, pero está dudando. Se separó de mi cuerpo, se alejó unos metros o unos minutos o unas horas, no es muy clara la diferencia, y cuando nada lo hacía pensar como posible empezó a dudar. No sabía muy bien si irse o quedarse. Tampoco sabía muy bien si es que realmente estaba, si eso que le pasaba era estar en algún lado, en algún momento, en algún lugar. ¿Es que acaso eso era lo que llamaban limbo? ¿Es que acaso debía aceptar que lo del paraíso y el infierno era cierto y entonces también era cierto lo del limbo, que hay un lugar o un momento o un algo donde se estacionan y se quedan los que dudan, los que no son ni una cosa ni la otra, los que no se pueden clasificar ni etiquetar? Mi alma no parece saber las respuestas, pero se detuvo a dudar y me mira, no sabe si debe quedarse o irse, si soy yo, si valgo la pena. Eso, eso es precisa...

Esculturas de papa

 Empezó a esculpir cuando era muy chiquita. Nadie sabe la edad exacta, pero en algún momento se estableció como una habilidad especial o, como pareció darse por sentado después, como su habilidad especial. Las primeras figuras fueron en plastilina, pequeños monigotes que representaban seres vistos o imaginados, animales, personas y criaturas extrañas a las que le ponía historias y vidas que muchas veces no salían más allá de sus pensamientos, apenas un pequeño balbuceo inentendible y sólo audible a unos centímetros de distancia. Con el tiempo las historias crecieron con ella, su habilidad se perfeccionó y los materiales se hicieron más sofisticados. De la plastilina a la arcilla, de la arcilla a la madera y de la madera a la piedra, pasando por varias etapas intermedias en las que esculpía figuras con materiales que originariamente no habían sido pensados para ello, con deshechos, con descartes, con fragmentos de cosas que habían servido para algún otro fin. Probó con casi todos lo...

Ángeles, demonios y astronautas (libro)

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Túneles

Se conocen desde siempre, aunque nadie les presta demasiada atención. Es como esos viejos tíos molestos y antipáticos, todos saben que están, pero nadie los visita. Dicen que los hicieron en la época de la colonia, que se usaban para contrabandear mercaderías pasando por debajo de la aduana y que por eso tienen diferentes entradas en la zona a la que llegaba el río antes de que Buenos Aires fuera moderna y se expandiera incluso sobre tierras ganadas al agua, como si no bastara la pampa infinita para crecer hacia el oeste o hacia el sur o hacia el norte. Algunos libros antiguos tienen su traza, pero nadie puede asegurar que sea realmente la correcta porque nadie los recorre en estos días y, por supuesto, a los contrabandistas de antaño no les interesaba documentar con precisión formal su existencia. Y si las entradas están en varios puntos cercanos al río, las salidas son un poco más misteriosas ya que hay varias que quedaron enterradas bajo los nuevos edificios y algunas que aparecen e...

La vida puede ser muchas cosas

La vida puede ser muchas cosas. Pude ser corta o larga, puede ser variada, monótona, aburrida, excitante y hasta impactante. Pude ser simple o compleja, dinámica, cambiante, alegre, sorprendente, asombrosa. A veces previsible, llana, tranquila; a veces extraña, anodina, difícil. Es misteriosa, insondable, inabarcable y a la vez frágil, débil, huidiza. Es luminosa, diáfana, transparente, oscura, intrincada, complicada. Puede ser sagrada y prosaica, inmaculada y hasta escatológica. Puede ser caprichosa, seductora, atractiva, sincera y traicionera; colorida, urbana, rural y solitaria. Es aleccionadora y ejemplar. Es olvidable, desperdiciada. Puede ser gigante y pequeña, única y recurrente, poderosa, incontenible. Puede ser monacal, enclaustrada, ermitaña, libre, abierta, sociable. Puede ser creativa, riesgosa y hasta inconsciente. Puede ser paranoica, obsesiva, mutante, cambiante, evolucionada. Puede ser tradicional y conservadora, exitosa, esplendorosa, fracasada, egoísta, enferma, resen...

La secuencia

Recuerdo perfectamente cómo empezó ese día, aunque no recuerdo qué es lo que hizo en ese momento que lo recuerde. No es que haya sido algo extraordinario, pero fue como si por alguna razón los acontecimientos cotidianos cobraran una relevancia nunca antes alcanzada. Está bien, no es que fuera un día más, pero tampoco puede decirse que no fuera el corolario lógico y esperable de todo lo que había sucedido en los últimos cinco años. La imagen es la de un rodaje que comienza en el momento en que alguien grita ¡Acción! y entonces se dispara la secuencia. Como si todas las cosas de la Creación estuvieran acomodándose en su lugar exacto para originar lo que vino, como si todo empezara a encajar en un guion establecido de antemano por una mente perversa. Y es que no puede dudarse de la inteligencia del guion. Y tampoco de su maldad. La vida tiene un equilibrio increíble. Como en los juegos de un dominó gigante, cada pieza encaja con la que la precede y determina la que le sigue. Si cambiamos ...

Tiburones

 —Un día me di cuenta. No sé muy bien por qué, pero un día lo vi clarito clarito. Fue como un rayo, una luz blanca que me pegó en los ojos, me dejó ciego un instante y entonces lo entendí perfecto. —Una epifanía. —¡Eso, una epifanía! que grosso, siempre tenés la palabra justa. —…(sonríe) —Fue así como un rayo, pero lo vi perfecto. En esta ciudad hay un grupo de seres humanos mutantes. Están en todas partes, pero sólo podés notarlos en algunas circunstancias muy especiales, que parecen cotidianas pero que por su naturaleza los ponen en evidencia. Y entonces, en esos momentos específicos, si sabés qué tenés que mirar, entonces los ves clarito clarito y ahí te empieza a cerrar, ahí empezás a entender todo y te das cuenta de que están por todos lados, que los viste siempre y nunca los notaste, que te habían pasado desapercibidos hasta ahora. Son los caminantes eternos, verdaderos tiburones urbanos, nunca se pueden quedar quietos porque si se quedan quietos no pueden respirar, por algun...

Centímetros

(Saltito) Ya van tres meses, no sé si aguanto. (Saltito) Debería tener alguna idea mejor pero no se me ocurre, es que a veces me pongo lento. (Saltito) Me vuelve loco la pequeñez del tema, la infinita pequeñez que crea el abismo. (Saltito) No es posible que me haya pasado esto, no hay manera de que pueda ser posible. (Saltito) Son tan solo tres o cuatro centímetros, no es más que eso. (Saltito) Y sin embargo son absolutamente inmodificables. Yo mido uno ochenta y tres, ya no puedo crecer más. (Saltito) Y el agua tiene un metro ochenta y cinco de profundidad, ni un centímetro menos. (Saltito) No hago pie, no hay forma de que pueda pararme en el fondo y poner mi nariz a respirar con normalidad. (Saltito) No hay forma, no hay ninguna otra manera que seguir rebotando. (Saltito) Subir, tomar todo el aire que pueda y bajar, tocar el fondo, saltar y volver a subir. (Saltito) Hacerlo rítmicamente, casi sin pensar, casi sin darme cuenta y olvidar que estoy siempre cayendo hacia el fondo. (Salti...