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Entradas

Big Bang

 —No vamos a discutirlo otra vez —Pero, ¿en serio están hablando de desarrollar máquinas para que nos sirvan de alimento? —No, nosotros ya somos máquinas, no nos alimentamos, simplemente necesitamos energía para funcionar. Lo que estoy diciendo es que vamos desarrollar accesorios que nos sirvan para recargar energía. Los consumimos, los procesamos, recargamos nuestra energía y descartamos los excedentes para que vuelvan a formar parte del comienzo del ciclo, ¿Entendés? Es un círculo perfecto, es la clave para la continuidad, es la fuente de energía eterna. —No me parece tan simple como lo estás poniendo. Hace tres mil años, cuando a algún fanático como vos se le ocurrió que debíamos cambiar la solidez del material inorgánico por el tejido de carbono, hidrógeno, nitrógeno y oxígeno como solución a la acumulación de versiones obsoletas de nuestra especie, deberíamos haber escuchado más a los que se oponían y, en vez de eso, empezamos a evolucionar hacia lo que somos hoy, máquinas que...

El algoritmo decidió que yo era una señora (libro)

  "El algoritmo decidió que yo era una señora" - Una exploración fascinante de lo imposible En "El algoritmo decidió que yo era una señora", Ramiro Alvarez nos invita a un viaje a través de las fronteras de la imaginación y la realidad. Este fascinante libro de veinte relatos de ciencia ficción no solo ofrece aventuras trepidantes y escenarios fantásticos, sino que también desafía nuestras percepciones de la vida, la tecnología y la identidad con una profundidad reflexiva y un toque de humor. Cada relato en esta colección es un portal a un universo diferente, y juntos forman un tapiz rico y variado que explora los límites de lo posible. Desde el relato que da título al libro, "El algoritmo decidió que yo era una señora", hasta "Beneficios para colonos", el autor juega con conceptos futuristas y situaciones inusuales de manera que tanto sorprende como inspira. En "Big bang", nos encontramos con un escenario que examina el origen del univ...

Al garete

Una amarra puede cortarse accidentalmente. No es lo más habitual, pero sucede. A veces es el propio desgaste del material, sometido a las inclemencias del tiempo, las tensiones y los roces constantes. A veces un defecto de origen. A veces, simplemente de todo un poco. 
    El Mal Llevado III se desamarró un sábado de tormenta a las cuatro treinta de la mañana. Y se conoce con precisión la hora porque las cámaras de seguridad de la marina muestran el momento exacto en el que abandona su posición y avanza con el viento hacia la boca de salida, como timoneado por un piloto fantasma. El barco camina firme y sin apuro y sale al río sin encontrar ningún obstáculo, la entrada al puerto es abierta, fácil de sortear. Lo que si parece realmente extraño es que haya logrado virar al pasar la escollera que protege a la bahía del oleaje exterior, pero probablemente la suma de las corrientes y el viento -que a esa hora superaba los veinte nudos- colocaron al pequeño velero en el rumbo exacto...

Historias de aurora

AJ-12282000, AJ como le gusta llamarse a si mismo, se despertó de su criosueño por una falla producida por la radiación emitida por una estrella cercana. La explosión fue tan grande que atravesó los escudos protectores de la nave y, por un momento, generó un apagado de emergencia preventivo en todos los circuitos. Fue sólo un instante y rebootearon, pero ese instante bastó para generar la falla que hizo que la cápsula de criosueño de AJ se abriera trescientos años antes de lo programado, justo a la mitad de su viaje hacia la colonia humana en la galaxia HD1. AJ podría haber vuelto a dormir. El procedimiento de criosueño era sencillo y aun él, un tripulante de bajo rango, estaba capacitado para realizarlo en su propia cápsula. Pero por alguna razón fue demorando la decisión en los primeros días y la rutina de ser el único pasajero despierto en la nave le empezó a resultar cada vez más grata. Una vez que realizó todas las comprobaciones de seguridad que correspondían a un reboot con la a...

Creyentes

Es un negocio para believers, dijo. Y lo dijo con absoluta convicción, mirándome a los ojos sin pestañear. No solíamos usar palabras en inglés entre nosotros, pero en esta ocasión creo que ya no tenía manera de decirlo en castellano. Para believers, repitió, como si con eso se estableciera claramente la frontera entre el adentro y el afuera, entre quienes podían ver y quienes no, entre el ser y el no ser. Y me estaba ofreciendo la posibilidad a mi de participar, y sólo a mi, eso lo dejó bien claro. Bueno, a mi y a un grupo muy pequeño de amigos muy cercanos, no a todos, sólo a aquellos que tenían la posibilidad de ver más allá, a esos que podían transformarse en un believer. Y que además tenían algo para aportar que hiciera crecer al negocio. Y me lo ofrecía porque quería verme sentado a su lado en el viaje, no quería tener que dejarme atrás, no quería que yo me perdiera esta posibilidad; o, por lo menos, no quería cargar con la culpa de no haber hecho lo posible para sumarme, de no ha...

La vida de las estrellas

 Era raro que dando clase no se concentrara en el tema específico de la asignatura del día. La física lo apasionaba desde muy chico y cuando su cabeza se metía en el mundo de las partículas y su comportamiento, toda interferencia desaparecía de su percepción y el universo entero se convertía en un enorme y fascinante mapa de procesos y reacciones. Así había sido siempre, cuando de niño pasaba las horas leyendo todo manual de física que cayera en sus manos y así era cuando ella lo conoció, justamente en esa sala de clase y mientras él volcaba toda su pasión en explicarle a ese puñado de alumnos cómo era el ciclo de vida de las estrellas, cómo nacían en nubes de gas cuya concentración aumentaba en torno de un punto de mayor gravedad y todo el gas comenzaba a confluir en ese punto como cuando se fijó en ella durante esa clase tan lejana o ella se fijó en él, no tenía muy claro qué fue primero pero lo real era que toda su atención se empezó a acumular en el punto de atracción que const...

Llamó el Spirit

El teléfono vibró a las cuatro de la mañana. No había misiones en curso, no podía haber emergencias. La familia dormía en casa, no podían ser los chicos. Hubo un momento de duda y estiró la mano para tomar anteojos y celular. El mensaje le despertó el adormilado cerebro con el poder de una ducha helada: “Llamó el Spirit, está vivo pero raro. Sería bueno que vengas.” Saltó de la cama y mientras se duchaba le daba vueltas a la frase sin poder definir qué lo inquietaba más, si el hecho de que el Spirit se hubiera despertado en Marte después de tantos años de incomunicación o el “está vivo pero raro”, ¿raro qué? ¿raro cómo? ¿raro por qué?    Recorrió los cinco kilómetros que separaban su casa de las oficinas de la Agencia pensando una sola cosa: ¿es realmente posible que un robot pueda recibir una carga de energía tal que reactive sus circuitos por si mismo después de años de inactividad? ¿Cómo puede autoencenderse una máquina en desuso? ¿Qué puede ser más raro que eso? Fantasmas ...

Astronauta

 Me llamó Ricardo. Parecía muy preocupado. Hace mucho que no lo veo, ni siquiera en las redes. No sé en qué andará. Me dijo que necesitaba encontrarme, que no podía decirme el por qué por teléfono pero que tenía que verme. Sonaba mal, como si estuviera muy lejos, como si estuviera muy solo, casi como si estuviera en el medio del espacio exterior, un astronauta sin casco y desprendido de su cápsula. Y sonaba angustiado, o algo más que angustiado, no digo desesperado, pero algo así. Muy distinto a como fue siempre, tan calmado, tan superado, tan de vuelta de todo sin haber estado de ida de nada. No pudimos hablar mucho, pero quedamos para vernos un par de días después en el bar de costumbre. Me dijo que era urgente, que no faltara, que era muy importante para él. Agendé la cita, me extrañé un poco por la llamada y a los diez minutos me olvidé por completo del tema, de Ricardo y de sus posibles motivos. Por eso cuando mi celular me recordó la cita me encontró ocupado y casi al otro la...

Schedule

 Se enorgullecía de ser un tipo tranquilo, calmado y amable, que mantenía buenos modales y manejaba sus relaciones con cordialidad en todo momento, con una única excepción: si algo le molestaba era que se le complicara la agenda. Los acontecimientos inesperados lo ponían absolutamente fuera de sí. Le pasó toda la vida y, tal vez justamente por eso, no creía que hubiera absolutamente nada extraño en ese rasgo de su personalidad y, por ende, no había nada que él tuviera que hacer para modificarlo. Quienes lo conocían sabían cómo era y debían respetarlo. Y quienes no lo frecuentaban tanto no tenían por qué objetarle ser un tipo organizado. Desayunaba a las ocho, trabajaba hasta las doce, bajaba a hacer algunas compras, almorzaba mirando la tele, volvía a trabajar hasta las seis de la tarde, iba a entrenar unas dos horas al gimnasio y cenaba siempre entre las nueve y las nueve y media. Alguien podría decir que su vida era demasiado ordenada y rutinaria, pero a él no le importaba, no mo...

Pusilánime

 La pelota rodó y la paró en seco. Así, de una, sin vueltas. No como hacía siempre, que le buscaba el pelo al huevo hasta para pedir una milanesa en la rotisería: que el ajo, que el perejil, que si es frita o al horno. No no, esta vez no. Esta vez fue directo y concreto. Me voy al carajo, dijo. Me voy al carajo y no vuelvo nunca más. Y lo dijo tranquilo, sin gritar ni insultar a nadie, pero con una firmeza en la voz que no dejó lugar a dudas ni a intentar, siquiera, una negociación. Por eso Marina lo miró como si viera a un marciano. Por eso no le creyó al principio. Porque nunca lo había visto tomar una decisión en un segundo. Siempre evaluaba, sopesaba, medía, estudiaba, iba y venía, construía escenarios y nunca terminaba de decidirse. Por eso, justamente, se había hartado de él. Por eso le había hecho el planteo que le había hecho. Porque ya no aguantaba sus indefiniciones, sus rodeos. Por eso le había dicho que era un pusilánime y que ella no estaba dispuesta a seguir perdiendo...