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La curiosa investigación de Herbert Von Gansson

13 de julio. Lunes Guiado por mis investigaciones en la universidad y conociendo la tradición popular africana sobre las hormigas rinoceronte, llegué a este pequeño poblado de la selva con la plena certeza de que en esta región encontraré abundante material para estudiar el comportamiento social de los teutelmintes furibus, subespecie de las himenópteras compuesta por individuos de unos tres centímetros de largo, de color verde a franjas rojas, alas cortas a los lados del tórax y una prominencia en la cabeza en forma de cuerno. Sólo puede encontrárselos en esta región del planeta y, mucho me temo, se encuentran en vías de extinción. En búsqueda de una colonia de teutelmintes llegué a la aldea de Helpfulland, cuyo antiguo nombre indígena era Vafan Gulli, que significa algo así como bienvenidos en el dialecto lugareño. A pesar de que tienen amplio contacto con occidente (muchos trabajan en la Helpfull Corp., compañía que extrae y comercializa diamantes y es propietaria del bar, almacén...

Una anécdota

Nunca fui celoso. Nunca. Nunca pregunté por parejas anteriores o futuras. Nunca me importó el historial ni las miradas furtivas. Siempre pensé que cuando mi pareja circunstancial no estaba conmigo era libre de hacer lo que quisiera. Siempre pensé lo mismo y tal vez por eso tardé en entender. Caminábamos distraídos por Corrientes, riéndonos de nada. Ella brillaba como siempre, envuelta en una remera de hilo y un pantalón florido. Su risa era la mejor manera de salir de este mundo y dejarse llevar por sensaciones más placenteras, recorriendo lugares que sólo cabrían en una escenografía soleada. Cuando sonreía le brillaban los ojos con la promesa de algún pensamiento inquieto; sus dientes blancos y pequeños, sus labios frescos brillando en un contraluz de alegre cursilería. Era la felicidad en cincuenta kilos y vestida de verano. Era la perfección y era mía. Caminábamos distraídos por Corrientes y entonces nos lo cruzamos. Un gordito intrascendente en jean y zapatillas. Un tipo como cua...

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Mal

El Mal puede adoptar distintas formas. Uno nunca sabe cómo va a encontrarlo, pero seguro no será convertido en una bestia gigante con alas de murciélago y cuernos. No, el Mal siempre usará una apariencia más sutil, tendrá un traje oscuro, una sonrisa amigable. O tal vez no tendrá siquiera un traje, vestirá un jean y una remera, tendrá apariencia inocente e informal y una enorme paciencia para esperar su momento, para golpear justo y ser devastador. O no golpeará nunca, pero irá horadando la piedra como el agua, en un trabajo constante, perpetuo, paciente e inequívocamente eficiente, hasta lograr su cometido, hasta destruir todo lo que hay de bueno en el mundo. El Mal puede tener mil rostros. Uno no siempre lo reconocerá a primera vista. No tiene la amabilidad de pintarse la piel de rojo y engomarse los bigotes y la barbita candado. No, en general tendrá una cara apacible, tenderá su mano ofreciendo amistad, invitará a confiar en él y entonces, cuando la guardia esté baja y las defensa...

Luces

Era un escaparate brillante. Incluso desde muy lejos atraía las miradas tanto como a los insectos en verano. Debía tener por lo menos unas cuatrocientas luces de todos tipos. Las había puntuales y difusas, blancas y de colores. Siempre había sido brillante, desde el mismo momento de la inauguración allá lejos y hace tiempo, como le gustaba decir a mi tía. No serían cuatrocientas en ese entonces, pero seguro que también eran muchas. Cada temporada se renovaban junto con los productos exhibidos, buscando la mejor manera de atraer a los paseantes. Cuando llegó la época del movimiento las luces alcanzaron su esplendor. Se encendían en secuencias perfectamente sincronizadas, formando un ballet de colores que obligaba a la gente a detenerse a contemplarlo, sin importar si en la calle hacía frío o calor. Incluso hay quienes afirman haber visto muchos paseantes detenerse aún bajo la lluvia para contemplar la danza de las luces de colores de la tienda. Un día bajaron las ventas. El jefe de ven...

Sesión

La escena es bastante sencilla de imaginar. Todo transcurre en el consultorio del Terapeuta, con dos personas sentadas frente a frente escritorio de por medio. En algunos casos, las dos personas son el Terapeuta y la Madre. En otros, el Terapeuta y la Hija, aunque no es necesario que fuercen la imaginación para crear las caras de la Madre y de la Hija; bastara con saber que ambas pueden representarse como la misma mujer que cambia su gesto al pasar de una a la otra, de un rictus afectado de forzada simpatía a un rostro huidizo de exagerada timidez. - Dibujá una casa La Hija toma el papel y hace un dibujo pequeño en la parte inferior de la hoja. Cuando termina hace un gesto como para devolver la hoja pero se detiene y pregunta – ¿Esta bien así o hago más? - Como vos quieras. Entonces la niña duda un momento, lo piensa y vuelve a comenzar. - ¿Y de chica como era? - No sabe, era tan buenita. Así como la ve ahora, un bebé que casi no lloraba, que no se fastidiaba por nada. Casi le...

Ruego

-¿Puedo disponer de mi tiempo? ¿Puedo manejarlo? Digo; ¿puedo hacer que mi tiempo retroceda aunque sea sólo una vez? ¿Puedo, Señor? Como ves, no es mucho lo que pido. No Te pido que salves mi alma ni que protejas mi salud ni nada más importante. No quiero que cambies el mundo; es más, ni siquiera se me ocurre pensar en pedirte que me expliques por qué hiciste lo que hiciste con Tu Creación. Yo sólo quiero que me permitas volver en el tiempo una vez, sólo por un momento, nada más para verme en sus ojos verdes como aquella noche; nada más para decirle todo lo que callé. No pido demasiado. No es mucho para alguien como Tú, que todo lo puedes. Es sólo un momento y nada más. No quiero que la convenzas de nada, ni que le expliques, ni que le cuentes. Yo sé que si me viera vendría conmigo sin dudarlo. Yo sé que si volviéramos a ese momento los dos actuaríamos de otra forma. ¿Es tanto lo que pido? Además, ¿no lo merezco acaso? He sido bueno. No he robado. No he matado. Nunca perjudiqu...

Lobos afuera

- Escuchá: hay lobos afuera. - ¿Cómo querés que escuche con la tormenta que hay?. Lo único que se oye es el viento, la lluvia y los truenos. - No, boludo. Escuchá bien. Escuchá los gruñidos. - No escucho nada. - Vos porque no querés escuchar. - No sé, lobos o no lobos hay que ir a buscar ayuda. Si nos quedamos acá nos va a tapar la tormenta. - Pero si salimos nos matan, te digo que hay lobos. - Yo no escucho nada. Ni un aullido. Los lobos aúllan, no sé cómo hacés para identificar un gruñido, por ahí no son lobos. - Puede ser, por ahí no son lobos, son chacales. Una jauría de chacales esperando que pongamos un pie fuera de la cabaña. - ¿Chacales? ¿Y se puede saber cuándo en tu puta vida viste un chacal? - Vi muchos. Sin ir más lejos, hace un mes pasaron un documental sobre chacales en National Geographic. - Ah, ya veo de dónde viene el delirio. - No es ningún delirio. Escuchá bien. -... - Shhh!! ¡Ahí! ¡No me vas a decir que no escuchaste el gruñido! - ¿Te parece que fue un gruñido? -No,...