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La curiosa investigación de Herbert Von Gansson

13 de julio. Lunes
Guiado por mis investigaciones en la universidad y conociendo la tradición popular africana sobre las hormigas rinoceronte, llegué a este pequeño poblado de la selva con la plena certeza de que en esta región encontraré abundante material para estudiar el comportamiento social de los teutelmintes furibus, subespecie de las himenópteras compuesta por individuos de unos tres centímetros de largo, de color verde a franjas rojas, alas cortas a los lados del tórax y una prominencia en la cabeza en forma de cuerno. Sólo puede encontrárselos en esta región del planeta y, mucho me temo, se encuentran en vías de extinción. En búsqueda de una colonia de teutelmintes llegué a la aldea de Helpfulland, cuyo antiguo nombre indígena era Vafan Gulli, que significa algo así como bienvenidos en el dialecto lugareño. A pesar de que tienen amplio contacto con occidente (muchos trabajan en la Helpfull Corp., compañía que extrae y comercializa diamantes y es propietaria del bar, almacén y prostíbulo del lugar) creo que los forasteros no son muy queridos por los nativos. Así encontré mi primera dificultad cuando Yogambi, mujer de unos veintiocho años y dueña de la choza ubicada junto a la mayor teutelmintera que un científico hubiera encontrado jamás, se negó a permitirme instalar mi laboratorio en el lugar con la el pretexto de no molestar la comodidad de sus siete hijos y sin importarle un bledo las razones de mi investigación. Tendré que esperar hasta mañana cuando lleguen los portadores con mi equipo para armar la tienda y comenzar con las tareas de observación.

14 de julio. Martes
Después de trabajar toda la mañana ayudado por los portadores conseguí armar mi tienda destinando una habitación para dormitorio y el resto para el laboratorio, la sala de revelado y la biblioteca. Tamaña fue mi decepción cuando descubrí que la aldea carece de electricidad, por lo que mis instrumentos dependerán del generador portátil que traje con mi equipo y para el que necesitaré abundante provisión de gasolina. Afortunadamente el gerente de explotación de la Helpfull es un apasionado por la investigación científica y se avino a proveérmela. No sé qué posibilidades reales tendríamos los investigadores de avanzar en la búsqueda del conocimiento si las empresas no colaboraran como lo hacen en todo el mundo. Me parece que este es un buen punto para tocar en mi próxima conferencia.
Por la tarde pude comenzar con las observaciones y tuve la fortuna de fotografiar a un quinteto de teutelmintes durante el ritual de apareamiento. Digo quinteto ya que el macho fecunda a cuatro hembras por vez, las que durante el acto pelean entre sí para ver quién ocupa el primer lugar en las preferencias del rey de la colonia. Estas luchas adquieren tal intensidad que algunas hembras mueren o quedan seriamente heri9das, siendo devoradas por las sobrevivientes. En la segunda fase del cortejo las hembras fingen no prestar atención al macho que se pavonea extendiendo sus alas y haciendo alarde del tamaño de su cuerno, notablemente mayor que el de sus congéneres de distinto sexo. Finalmente las hembras son fecundadas y acto seguido devoran con saña al macho, que concluye de esta manera su breve reinado sobre la colonia. Una vez fecundadas, las hembras pasan al cuidado de la comunidad que se encarga de alimentarlas y atender todas sus necesidades hasta el momento de la oviposición en el que mueren. Se cree que cada hembra pone más de mil huevos, pero nunca se pudo confirmar. No puedo contener mi ansiedad pensando en que seré el primer científico que lo compruebe in situ.

15 de julio. Miércoles
Estoy maravillado. Creo que finalmente podré obtener suficiente información para probar mis teorías sobre la organización social de los teutelmintes. A diferencia de las demás himenópteras, tienen un macho dominante que se renueva con cada generación. Es el rey de la colonia y el único capaz de fecundar a las hembras. De los miles de huevos que estas depositan cada año pueden originarse cuatro tipos de individuos diferentes: machos, hembras, guerreros y obreros. Los machos pelean entre si desde el mismo momento de su nacimiento por la supremacía en la colonia. Sólo uno sobrevive a estas luchas y será el rey por un año, período que cierra un ciclo en la vida de los teutelmintes y que es el que necesita el joven rey para alcanzar la madurez sexual. Las hembras garantizan la reproducción de la colonia y mueren luego de cumplir su cometido. Las guerreras se encargan de defender la teutelmintera del ataque de otros insectos. Por último, las obreras son las que construyen el nido y lo adaptan continuamente ante el sucesivo crecimiento de la colonia. Además se ocupan de procurar el alimento para toda la comunidad, atender el crecimiento de las larvas y las necesidades de las hembras fecundadas hasta el momento de la oviposición. Realizan, en fin, todas las tareas menores relacionadas con la producción y el funcionamiento de la teutelmintera.
Mañana intentaré observar la vida en el interior. Esta expedición se torna cada vez más interesante y fructífera.

16 de julio. Jueves
Es increíble!! Los teutelmintes crían ganado. Dentro de la teutelmintera mantienen una colonia de pulgones de cuyo excremento obtienen un líquido azucarado con el que alimentan a sus larvas. Además matan y devoran a los individuos adultos, los que sirven de alimento a toda la colonia. Por la tarde quise analizar en el microscopio las diferencias existentes entre el organismo de un guerrero y el de un obrero, por lo que tomé dos ejemplares de cada casta y fui a la choza de Yogambi en busca de un poco de agua para lavar cuidadosamente los especimenes antes de fijarlos en la caja de Petri. Tiempo perdido ya que la mujer no estaba (nunca está cuando se la necesita) y uno de sus hijos me dijo que no tenían agua, que los lavara en el arroyo distante a un kilómetro de la aldea que es donde ellos buscan el agua todos los días. Fastidiado volví a mi tienda y usé dos botellas enteras de mi provisión de Perrier para poner a los insectos en condiciones de ser observados. A pesar de la falta de colaboración de los lugareños no voy a abandonar el intento y seguiré con mis investigaciones, con la seguridad de que difícilmente vuelva a tener una oportunidad como esta. Sólo si la gente pudiera comprender lo rica y compleja que es la vida que fluye a unos metros de sus hogares...

17 de julio. Viernes
La tristeza e indignación que siento casi me impiden consignar los acontecimientos del día. Trataré de no abandonar mi objetividad y la rigurosidad científica al hacer mi crónica, pero creo que será casi imposible.
Por la mañana hice mis observaciones en el microscopio y, a diferencia de lo que presuponía, noté que los guerreros tienen un organismo asombrosamente similar al de los obreros; no puedo comprender aún qué es lo que convierte a unos y otros en, precisamente, unos y otros. Cuando cavilaba sobre este misterio fui testigo del peor desastre de mi vida como científico. Bolonki, el menor de los hijos de Yogambi, pateó alegremente la teutelmintera provocando el desbande de la colonia y procedió a comerse los trozos, cargados con una especie de miel líquida que producen y almacenan los teutelmintes. Cuando pude recuperarme del shock alejé al niño del lugar (reconozco que no fue con los mejores modales, es más, literalmente lo corrí a patadas, aunque el muy sabandija esquivó todas) en un desesperado intento por salvar los restos de la comunidad. Todo fue inútil, los insectos habían huido velozmente en todas direcciones, internándose en la selva donde fundarían nuevas colonias que tardarían más de cinco años en alcanzar el grado de desarrollo que tenía la que este pequeño monstruo salvaje acababa de destruir. Indignado, furioso creo que es el término más adecuado, quise preguntar a la madre del niño por qué había permitido semejante acto de barbarismo, pero sus hermanos me repitieron que Yogambi permanecía todo el día en las minas de Onato Navivi donde trabajaba para la Helpfull. ¿Cómo puede esperarse que los hijos no sean delincuentes si la madre los abandona para que se eduquen solos? ¿Dónde están los programas de la Unesco para enseñarle a estos salvajes a conservar el tesoro más preciado, la vida sobre el planeta?

18 de julio. Sábado
Otro día perdido por culpa de la ignorancia de un niño y la falta de respeto por la vida de su pueblo. No me extraña que las especies se extingan si los propios habitantes de la región no tienen el menor respeto por la fauna autóctona. Durante todo el día recorrí los alrededores de la aldea buscando nuevas colonias de teutelmintes pero fue en vano. No parecía existir la menor huella de su presencia en la zona. Creo que voy a mudar el campamento a la aldea de Rogerson, unos cincuenta kilómetros al norte y veré si allí tengo más suerte. Dicen que los lugareños son un poco más civilizados, por lo que tal vez encuentre un poco de ayuda en mi tarea. Realmente me fastidia sobremanera tener que comenzar otra vez con el trabajo, pero así es la vida de los investigadores científicos y no puedo quejarme, he elegido la profesión más linda del mundo. Al menos la National Geographic mantiene su interés y seguirá financiando mis estudios. El Jeep que solicité por radio llega mañana. Afortunadamente esta es la última noche en Helpfulland. No veo el momento de partir. 19 de julio. Domingo Mientras los hombres instalaban mis cosas escribí una carta a la Sociedad Científica Alemana y otra a las Naciones Unidas para apelar por la conservación de las especies en peligro de extinción. Creo que si los científicos no nos manifestamos claramente en defensa del equilibrio natural, la vida en el planeta comenzará a ser un bien cada vez más escaso. Ha llegado el momento de que la comunidad científica asuma la responsabilidad que le compete y presione en todos los ámbitos disponibles al efecto. Los gobiernos de las naciones deben arbitrar los medios necesarios para salvaguardar el equilibrio ecológico de las salvajes agresiones a que lo somete el ser humano. La humanidad no tendrá futuro si no aprende a conservar lo más preciado que existe: la vida sobre el planeta.



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