El Mal puede adoptar distintas formas. Uno nunca sabe cómo va a encontrarlo, pero seguro no será convertido en una bestia gigante con alas de murciélago y cuernos. No, el Mal siempre usará una apariencia más sutil, tendrá un traje oscuro, una sonrisa amigable. O tal vez no tendrá siquiera un traje, vestirá un jean y una remera, tendrá apariencia inocente e informal y una enorme paciencia para esperar su momento, para golpear justo y ser devastador. O no golpeará nunca, pero irá horadando la piedra como el agua, en un trabajo constante, perpetuo, paciente e inequívocamente eficiente, hasta lograr su cometido, hasta destruir todo lo que hay de bueno en el mundo. El Mal puede tener mil rostros. Uno no siempre lo reconocerá a primera vista. No tiene la amabilidad de pintarse la piel de rojo y engomarse los bigotes y la barbita candado. No, en general tendrá una cara apacible, tenderá su mano ofreciendo amistad, invitará a confiar en él y entonces, cuando la guardia esté baja y las defensa...