Un día el algoritmo decidió que yo era una señora mayor, de entre los setenta y cinco años y el ya no me importa nada, de esa franja etaria en la que se baja el ritmo, se contempla más de lo que se actúa y se duele más de lo que se disfruta. Yo sé que suena a cliché, pero parece que los algoritmos también se nutren de los prejuicios, costumbres y visiones generalizadas. Y no es que yo pensara o viviera como una señora mayor, no no, yo no tenía nada que ver con eso, no era señora ni mayor y seguía con mi vida habitual y sin la menor intención de cuidar nietos. Pero por alguna razón el algoritmo empezó a mostrarme otros contenidos. No ya los que compartían mis amigos, casi muy pocos de los que generaban mis contactos pero muchos de los que se convenció iban a ser de mi interés. Y no fue en una sola red sino en todas las que frecuentaba. No sé muy bien en cuál empezó pero casi al instante todas estaban mostrándome contenidos similares, como si trabajaran coordinadas o detrás de todas estu...
—No vamos a discutirlo otra vez —Pero, ¿en serio están hablando de desarrollar máquinas para que nos sirvan de alimento? —No, nosotros ya somos máquinas, no nos alimentamos, simplemente necesitamos energía para funcionar. Lo que estoy diciendo es que vamos desarrollar accesorios que nos sirvan para recargar energía. Los consumimos, los procesamos, recargamos nuestra energía y descartamos los excedentes para que vuelvan a formar parte del comienzo del ciclo, ¿Entendés? Es un círculo perfecto, es la clave para la continuidad, es la fuente de energía eterna. —No me parece tan simple como lo estás poniendo. Hace tres mil años, cuando a algún fanático como vos se le ocurrió que debíamos cambiar la solidez del material inorgánico por el tejido de carbono, hidrógeno, nitrógeno y oxígeno como solución a la acumulación de versiones obsoletas de nuestra especie, deberíamos haber escuchado más a los que se oponían y, en vez de eso, empezamos a evolucionar hacia lo que somos hoy, máquinas que...