Ir al contenido principal

Redefinir prioridades

Bueno, a no dramatizar, no sirve de mucho lamentarse, las cosas no van ser diferentes por desesperarse, ahora lo importante es redefinir prioridades, poner los pies en la tierra, establecer nuevos objetivos y armar el plan de acción más adecuado para lograrlos. Poner los pies en la tierra, jejeje, lo que daría por poder poner los pies en la tierra aunque sea sólo una vez más, lo que daría por ver a mis amigos, esos que nunca tuve pero que si los hubiera tenido ahora podrían extrañarme o llorarme o, por lo menos, notar mi ausencia en algún momento, ¿Por qué nunca me ocupé de tener amigos? ¿Por qué siempre fui tan idiota, tan suficiente, tan soberbio? Eso, soberbio, creído, duro, inflexible, tan idiota que ni siquiera pude admitir lo que pasaba, lo solo que siempre estuve, incluso cuando me encontré en este programa espacial, un juntadero de solitarios, de bichos raros que quieren perderse en el espacio exterior, en lugares por los que el hombre nunca estuvo antes, en misiones que nadie conoce por fuera del pequeño grupo que las maneja y que te pueden dejar varado a la deriva en una nave sin combustible ni rumbo de regreso. ¿Regreso a dónde? ¿Regreso a qué? ¿A la soledad de tu departamento en el sector veintiocho de la megalópolis, al vacío mortal en la espera de una nueva misión? No, gracias, prefiero esto, la vastedad infinita, la posibilidad aunque sea mínima de encontrar algo diferente. Eso, algo diferente, cualquier cosa que no sea lo que ya conozco, lo que me rodea desde siempre, lo que no me acompañó nunca. Tal vez de eso se trata, tal vez las cosas no sucedan sólo porque sí, tal vez haya una razón y esa razón sea que yo tenga que verme obligado a buscar algo diferente, cualquier cosa, lo que sea, incluso una galaxia distinta en la que haya un planeta parecido a la Tierra pero diferente, sutilmente diferente, un planeta en el que también haya mares y ríos y montañas, también haya bosques selvas y playas, también haya ciudades y pueblos con personas parecidas a las personas pero diferentes, una diferencia pequeña, casi imperceptible pero fundamental, una sutileza menor, un planeta en el que vos no te vayas esa noche de verano diciéndome que pareciera que vivimos en mundos diferentes, que necesitás encontrarte y me dejes a la deriva en una cápsula que divaga sola por un espacio desconocido, sin combustible ni rumbo previsible.






Entradas populares de este blog

El problema son las esporas

—El problema son las esporas, son radioactivas y vaya Dios a saber qué más y no paran de caer, llevamos seis meses en esta puta colina y no parece que vaya a cambiar. Todos los días salgo a tomar muestras, todos los días tengo una lluvia de esporas sobre mi cabeza, todos los días me expongo a riesgos que ni siquiera podemos calcular. —Bueno, de eso se trata el trabajo, cuando aceptás una misión de exploración y reconocimiento básicamente estás aceptando correr riesgos que ni siquiera se pueden calcular a priori… —No, no esto, no estar meses y meses bajo una lluvia de esporas radioactivas, para esto era preferible que mandaran sondas y robots. —Ya los mandaron, nosotros somos la segunda ola, detrás nuestro vendrán los científicos y, si todo sale bien, los mineros y sus máquinas. —¿Y cómo mierda creen que todo puede salir bien si no para de llover esporas? —Hasta ahora no han podido comprobar que causen otro problema por fuera de la radioactividad, y los trajes son suficiente protección....

El algoritmo decidió que yo era una señora

Un día el algoritmo decidió que yo era una señora mayor, de entre los setenta y cinco años y el ya no me importa nada, de esa franja etaria en la que se baja el ritmo, se contempla más de lo que se actúa y se duele más de lo que se disfruta. Yo sé que suena a cliché, pero parece que los algoritmos también se nutren de los prejuicios, costumbres y visiones generalizadas. Y no es que yo pensara o viviera como una señora mayor, no no, yo no tenía nada que ver con eso, no era señora ni mayor y seguía con mi vida habitual y sin la menor intención de cuidar nietos. Pero por alguna razón el algoritmo empezó a mostrarme otros contenidos. No ya los que compartían mis amigos, casi muy pocos de los que generaban mis contactos pero muchos de los que se convenció iban a ser de mi interés. Y no fue en una sola red sino en todas las que frecuentaba. No sé muy bien en cuál empezó pero casi al instante todas estaban mostrándome contenidos similares, como si trabajaran coordinadas o detrás de todas estu...

El androide y la pecera

Su nombre de serie era B3T0-3758 pero todos lo llamaban Beto desde que, en la primera misión de reconocimiento a la que fue enviado junto a una tripulación de humanos demasiado jóvenes, uno de ellos decidió que la sigla era impronunciable y llamarlo por el número final era despersonalizarlo. Por eso le imprimieron una gorra con su nombre en la frente, gorra que fue renovada varias veces a lo largo de tantos años de servicio y, con el tiempo, hasta le personalizaban las prendas reglamentarias. La verdad es que a Beto el tema de la despersonalización o no nunca pareció que le importara, no estaba programado para ese tipo de emociones, pero de alguna manera no descriptible en sus sistemas pareció que su nuevo nombre le caía bien y lo uso en los cincuenta años de trabajo en la corporación minera Galaxia NGC185 con las sucesivas tripulaciones para las que sirvió como explorador. Que ese androide se llamaba Beto ya lo sabían todos y era absolutamente normal, incluso en los períodos en los qu...