—¿Y si un día nos toca ganar? No digo una cosita de nada. No digo un empate en el último minuto. No no, digo… ¿y si un día nos toca ganar en serio, con lujos, moños y firuletes? Imagínense lo que sería si un día nos toca a nosotros, si por una vez los planetas se alinean, la taba cae de cara y la caprichosa suerte nos pega un flor de chupón, de esos que te sacuden hasta el fondo del alma. Porque nosotros también tenemos derecho y alguna vez nos puede tocar, ¿o no? Hace siglos, milenios que lo venimos mereciendo. ¿Y si un día nos toca? ¿Si por una vez, aunque sea por error el premio es para nosotros? ¡Qué fiesta sería ese día! Haríamos sonar las cornetas de la alegría y cantaríamos y bailaríamos como si nunca hubiéramos cantado y bailado. Y las multitudes saldrían a las calles sin que nadie pueda explicarlas ni contenerlas y la fiesta estallaría en cada barrio, en cada plaza, en cada casa. Y los músicos espontáneos sonarían sus instrumentos con las melodías más alegres y contagiosas, las trompetas, acordeones, ukeleles y balalaicas se escucharían en todas partes y las mujeres bailarían y agitarían sus polleras multicolores y regalarían sus sonrisas contagiosas y los hombres aplaudirían con entusiasmo y ensayarían sus pasos torpes que por una vez serían graciosos y gozosos y armoniosos y los niños aturdirían con sus petardos y las luces brillarían con más intensidad que nunca y serían más coloridas que siempre y los fuegos asarían más carnes y los cocineros guisarían en cacerolas gigantescas y perfumarían las calles con especias maravillosas y los pasteleros se lucirían con cremas y confituras imposibles, de esas que son tan lindas y dulces que casi da pena comerlas. Y en lo mejor de la noche vos estarías allí, sonriente, esperándome, allí justo donde nos vimos aquella última vez. Y nos abrazaríamos como la primera, cuando pensábamos que siempre iba a ser así, nos abrazaríamos como nos hubiéramos abrazado toda la vida si tan solo nos hubiera tocado ganar antes, si tan solo todo hubiera sido apenas un poquito diferente. Y entonces sí, entonces la vida sería exactamente como debe ser y el mundo podría decir que está en equilibrio.
—El problema son las esporas, son radioactivas y vaya Dios a saber qué más y no paran de caer, llevamos seis meses en esta puta colina y no parece que vaya a cambiar. Todos los días salgo a tomar muestras, todos los días tengo una lluvia de esporas sobre mi cabeza, todos los días me expongo a riesgos que ni siquiera podemos calcular. —Bueno, de eso se trata el trabajo, cuando aceptás una misión de exploración y reconocimiento básicamente estás aceptando correr riesgos que ni siquiera se pueden calcular a priori… —No, no esto, no estar meses y meses bajo una lluvia de esporas radioactivas, para esto era preferible que mandaran sondas y robots. —Ya los mandaron, nosotros somos la segunda ola, detrás nuestro vendrán los científicos y, si todo sale bien, los mineros y sus máquinas. —¿Y cómo mierda creen que todo puede salir bien si no para de llover esporas? —Hasta ahora no han podido comprobar que causen otro problema por fuera de la radioactividad, y los trajes son suficiente protección....