- A ver, a ver, ¿cómo es? Explicámela de nuevo que no la entendí.
- Es muy simple. No hay nada raro. No sé si es el lenguaje adecuado, pero es simple. Los matemáticos lo llaman punto de inflexión o algo así. Los filósofos y los teólogos lo discuten desde el concepto de libre albedrío y esas cosas. Para mi es más sencillo. Yo lo veo más como una bifurcación, como caminos que se abren frente a vos y te obligan a elegir. Es el punto exacto de cada día en que tiempo y espacio se cruzan, en que elegir hacia qué dirección avanzar significa modificar los próximos años de tu vida. Es ese momento del día en el que tenés la posibilidad de cambiar tu vida por completo. Y ojo, te aseguro que todos los días tenés un momento como ese. No te digo el momento de tomar grandes decisiones. No hablo de casarse, conseguir un laburo o largar la facultad. Mucho menos de decidir tener un hijo o irte a vivir a otro país. No, son momentos de decisiones aparentemente mucho más pequeñas. No es ni siquiera el momento en que decidís ir a esa fiesta a la que te invitaron y en la que conocés a la mujer de tu vida. No; no es ese momento. El que es vital, el que tenés que aprender a reconocer y que va a modificar por completo el curso de tus días es el otro. Es el momento en que decidís ponerte el pantalón escocés en lugar del azul que usas habitualmente para ir a la fiesta. Y entonces ella te nota por primera vez en años. Y no te nota porque fuiste a la fiesta. Ni siquiera porque te ubicaste frente a sus ojos. No. Te nota porque en ese instante de bifurcación que tuviste unas horas antes elegiste hacerte notar. Porque tomaste un nuevo camino y cambiaste tu vida. Y entonces tus días nunca más serán iguales, porque ella aparece con sus cosas y cambia radicalmente tu cotidianeidad. Tu vida está llena de esos momentos. Acordate de la primera vez que tu viejo te llevó a la cancha. Tratá de concentrarte en ese momento y pensá en todo lo que cambió en tu vida al haberte pegado el vicio de Boca y los domingos en la Bombonera. Ahora bien. Tu momento de bifurcación no fue ese miércoles a la noche en la cancha de Atlanta como me contaste. No. Fue antes, mucho antes. Seguramente fue una mañana en el jardín de infantes, en que te quedaste con los ojos como dos huevos fritos mirando a los nenes más grandes correr detrás de una pelota. Fue ese momento de clarividencia en donde descubriste que ahí había mucho más que simple diversión. Y entonces cambiaste tu vida y te preparaste para recibir a lo que iba a venir después, cuando empezaste a romperle las guindas a tu viejo para que te dejara acompañarlo a la cancha.
- Pará, pará. Me parece que estás exagerando un poco. Mi viejo siempre fue bostero y casi estaba escrito que yo lo iba a seguir.
- No, tremendo error. No se trata de si está o no escrito. Es otra cosa. Es descubrir las bifurcaciones. Siempre hay bifurcaciones. El problema es aprender a verlas. Pensalo de las dos maneras: tu vida está escrita. Todo tu destino está fijado desde el mismo momento de tu concepción. Incluso desde antes, ya que tu vida ya aparecía en el destino de tus padres, que aparecían en el de tus abuelos y así hacia atrás hasta donde quieras remontarte. Suponete que creas en tanta determinación establecida. Igual te vas a dar cuenta que todos los días tenés tu momento de bifurcación, en donde la decisión que tomes cambia por completo el curso de las cosas. Es ese segundo café con leche que tomaste en tu desayuno, que te hizo perder el colectivo que derrapó en la subida del puente y cayó al barranco. Yo sé que el ejemplo es grosero, que no todos los días se cae un colectivo al barranco. Pero sirve para entender el concepto. Todos los días tenés momentos de bifurcación en donde elegís hacer algo que crees sin importancia y, sin embargo, esa decisión condiciona todo lo que viene después. Y yo sé que podés pensar que en realidad no estás eligiendo nada, porque estaba en tu destino el no tomar ese bondi y no morir joven. Pero si lo pensás un poco te das cuenta que el argumento es totalmente falaz, que son tantas las decisiones casuales que determinan tu vida que no se puede sostener la idea de que todas estuvieran prefijadas. O mejor, son tantas las decisiones que tomás que aunque estés eligiendo lo que se predeterminó que elijas, para vos siempre será tu decisión la que cambió el curso de las cosas y entonces da lo mismo que todo hubiera estado escrito o no, porque a los efectos de tu propia individualidad, nada estuvo escrito nunca.
- Mmmm, no sé si me gusta…
- Está bien. Está bien. Ahora pensalo de la otra manera. Toda tu vida es azarosa y nada está prefijado de antemano. No existe el destino. Sólo el libre albedrío, sólo tu humanidad actuando y decidiendo frente a los acontecimientos. Tu vida se construye a partir de una sucesión de momentos de bifurcación, de elecciones tomadas sobre la marcha y muchas veces sin demasiada conciencia. Sos responsable de estas decisiones. Ahora, ¿puede decirse que seas culpable, si al momento de tomarlas no sabías lo que implicaban?
- Suena a mucho palabrerío para defender lo indefendible…
- No. No es eso. No necesito justificar nada. Pero es así. No es el hecho que yo haya elegido comprar el diario ese domingo o presentarme por ese aviso. Ni siquiera tiene que ver con que necesite la guita. No. Es haberme dado cuenta que el día que elegí esa gorra azul que usaba de chico y que me encantaba estaba tomando un camino que recién hoy se hace evidente. Y lo estaba decidiendo quince años antes de que se creara la guardia urbana.
- Es muy simple. No hay nada raro. No sé si es el lenguaje adecuado, pero es simple. Los matemáticos lo llaman punto de inflexión o algo así. Los filósofos y los teólogos lo discuten desde el concepto de libre albedrío y esas cosas. Para mi es más sencillo. Yo lo veo más como una bifurcación, como caminos que se abren frente a vos y te obligan a elegir. Es el punto exacto de cada día en que tiempo y espacio se cruzan, en que elegir hacia qué dirección avanzar significa modificar los próximos años de tu vida. Es ese momento del día en el que tenés la posibilidad de cambiar tu vida por completo. Y ojo, te aseguro que todos los días tenés un momento como ese. No te digo el momento de tomar grandes decisiones. No hablo de casarse, conseguir un laburo o largar la facultad. Mucho menos de decidir tener un hijo o irte a vivir a otro país. No, son momentos de decisiones aparentemente mucho más pequeñas. No es ni siquiera el momento en que decidís ir a esa fiesta a la que te invitaron y en la que conocés a la mujer de tu vida. No; no es ese momento. El que es vital, el que tenés que aprender a reconocer y que va a modificar por completo el curso de tus días es el otro. Es el momento en que decidís ponerte el pantalón escocés en lugar del azul que usas habitualmente para ir a la fiesta. Y entonces ella te nota por primera vez en años. Y no te nota porque fuiste a la fiesta. Ni siquiera porque te ubicaste frente a sus ojos. No. Te nota porque en ese instante de bifurcación que tuviste unas horas antes elegiste hacerte notar. Porque tomaste un nuevo camino y cambiaste tu vida. Y entonces tus días nunca más serán iguales, porque ella aparece con sus cosas y cambia radicalmente tu cotidianeidad. Tu vida está llena de esos momentos. Acordate de la primera vez que tu viejo te llevó a la cancha. Tratá de concentrarte en ese momento y pensá en todo lo que cambió en tu vida al haberte pegado el vicio de Boca y los domingos en la Bombonera. Ahora bien. Tu momento de bifurcación no fue ese miércoles a la noche en la cancha de Atlanta como me contaste. No. Fue antes, mucho antes. Seguramente fue una mañana en el jardín de infantes, en que te quedaste con los ojos como dos huevos fritos mirando a los nenes más grandes correr detrás de una pelota. Fue ese momento de clarividencia en donde descubriste que ahí había mucho más que simple diversión. Y entonces cambiaste tu vida y te preparaste para recibir a lo que iba a venir después, cuando empezaste a romperle las guindas a tu viejo para que te dejara acompañarlo a la cancha.
- Pará, pará. Me parece que estás exagerando un poco. Mi viejo siempre fue bostero y casi estaba escrito que yo lo iba a seguir.
- No, tremendo error. No se trata de si está o no escrito. Es otra cosa. Es descubrir las bifurcaciones. Siempre hay bifurcaciones. El problema es aprender a verlas. Pensalo de las dos maneras: tu vida está escrita. Todo tu destino está fijado desde el mismo momento de tu concepción. Incluso desde antes, ya que tu vida ya aparecía en el destino de tus padres, que aparecían en el de tus abuelos y así hacia atrás hasta donde quieras remontarte. Suponete que creas en tanta determinación establecida. Igual te vas a dar cuenta que todos los días tenés tu momento de bifurcación, en donde la decisión que tomes cambia por completo el curso de las cosas. Es ese segundo café con leche que tomaste en tu desayuno, que te hizo perder el colectivo que derrapó en la subida del puente y cayó al barranco. Yo sé que el ejemplo es grosero, que no todos los días se cae un colectivo al barranco. Pero sirve para entender el concepto. Todos los días tenés momentos de bifurcación en donde elegís hacer algo que crees sin importancia y, sin embargo, esa decisión condiciona todo lo que viene después. Y yo sé que podés pensar que en realidad no estás eligiendo nada, porque estaba en tu destino el no tomar ese bondi y no morir joven. Pero si lo pensás un poco te das cuenta que el argumento es totalmente falaz, que son tantas las decisiones casuales que determinan tu vida que no se puede sostener la idea de que todas estuvieran prefijadas. O mejor, son tantas las decisiones que tomás que aunque estés eligiendo lo que se predeterminó que elijas, para vos siempre será tu decisión la que cambió el curso de las cosas y entonces da lo mismo que todo hubiera estado escrito o no, porque a los efectos de tu propia individualidad, nada estuvo escrito nunca.
- Mmmm, no sé si me gusta…
- Está bien. Está bien. Ahora pensalo de la otra manera. Toda tu vida es azarosa y nada está prefijado de antemano. No existe el destino. Sólo el libre albedrío, sólo tu humanidad actuando y decidiendo frente a los acontecimientos. Tu vida se construye a partir de una sucesión de momentos de bifurcación, de elecciones tomadas sobre la marcha y muchas veces sin demasiada conciencia. Sos responsable de estas decisiones. Ahora, ¿puede decirse que seas culpable, si al momento de tomarlas no sabías lo que implicaban?
- Suena a mucho palabrerío para defender lo indefendible…
- No. No es eso. No necesito justificar nada. Pero es así. No es el hecho que yo haya elegido comprar el diario ese domingo o presentarme por ese aviso. Ni siquiera tiene que ver con que necesite la guita. No. Es haberme dado cuenta que el día que elegí esa gorra azul que usaba de chico y que me encantaba estaba tomando un camino que recién hoy se hace evidente. Y lo estaba decidiendo quince años antes de que se creara la guardia urbana.