Ir al contenido principal

Isaac come una uva

Isaac come una uva. La uva baja por su esófago y se acomoda en el estómago. Isaac come otra uva y otra y otra y otra. Todas hacen el mismo camino y se acomodan una junto a otra, una sobre otra, una debajo de otra. Come y come hasta que el estómago está completamente lleno de uvas. Y cuando no cabe ni una uva más, Isaac come una uva. La uva baja por el esófago y no entra al estómago, sino que se queda allí, a las puertas. Isaac come otra uva y otra y otra. Todas hacen el mismo camino y se acomodan una junto a otra, una sobre otra, una debajo de otra. Come y come hasta que el esófago está completamente lleno de uvas. Y cuando no cabe ni una uva más, Isaac come una uva. La uva ya no baja por el esófago hacia el estómago –están totalmente llenos de uvas- sino que se escapa hacia los pulmones y se acomoda en el fondo, bien abajo, al extremo de un bronquio. Isaac come otra uva y otra y otra y otra. Todas hacen el mismo camino y se acomodan una junto a otra, una sobre otra, una debajo de otra. Come y come hasta que los pulmones están completamente llenos de uvas. Y cuando no cabe ni una uva más, Isaac come una uva. La uva ya no baja por el esófago hacia el estómago ni escapa hacia los pulmones –están totalmente llenos de uvas- sino que va a ocupar un pequeño lugar en la parte más baja del corazón. Isaac come otra uva y otra y otra y otra. Todas hacen el mismo camino y se acomodan una junto a otra, una sobre otra, una debajo de otra. Come y come hasta que el corazón está completamente lleno de uvas. Y cuando no cabe ni una uva más, Isaac come una uva. Ésta ocupa un espacio pequeño en uno de sus riñones. Isaac come otra uva y otra y otra y otra. Todas hacen caminos parecidos y van ocupando cada espacio de su cuerpo, cada pequeño lugar donde pudiera caber una uva. Y cuando Isaac esta completamente lleno de uvas y ya no hay ni un miserable intersticio donde alojar una más, Isaac come una uva. Y entonces Isaac estalla en mil pedazos y cada pedazo de Isaac come una uva, que baja por el esófago del pedazo y se acomoda en su estómago, una junto a otra, una sobre otra, una debajo de otra.




Entradas populares de este blog

El problema son las esporas

—El problema son las esporas, son radioactivas y vaya Dios a saber qué más y no paran de caer, llevamos seis meses en esta puta colina y no parece que vaya a cambiar. Todos los días salgo a tomar muestras, todos los días tengo una lluvia de esporas sobre mi cabeza, todos los días me expongo a riesgos que ni siquiera podemos calcular. —Bueno, de eso se trata el trabajo, cuando aceptás una misión de exploración y reconocimiento básicamente estás aceptando correr riesgos que ni siquiera se pueden calcular a priori… —No, no esto, no estar meses y meses bajo una lluvia de esporas radioactivas, para esto era preferible que mandaran sondas y robots. —Ya los mandaron, nosotros somos la segunda ola, detrás nuestro vendrán los científicos y, si todo sale bien, los mineros y sus máquinas. —¿Y cómo mierda creen que todo puede salir bien si no para de llover esporas? —Hasta ahora no han podido comprobar que causen otro problema por fuera de la radioactividad, y los trajes son suficiente protección....

El algoritmo decidió que yo era una señora

Un día el algoritmo decidió que yo era una señora mayor, de entre los setenta y cinco años y el ya no me importa nada, de esa franja etaria en la que se baja el ritmo, se contempla más de lo que se actúa y se duele más de lo que se disfruta. Yo sé que suena a cliché, pero parece que los algoritmos también se nutren de los prejuicios, costumbres y visiones generalizadas. Y no es que yo pensara o viviera como una señora mayor, no no, yo no tenía nada que ver con eso, no era señora ni mayor y seguía con mi vida habitual y sin la menor intención de cuidar nietos. Pero por alguna razón el algoritmo empezó a mostrarme otros contenidos. No ya los que compartían mis amigos, casi muy pocos de los que generaban mis contactos pero muchos de los que se convenció iban a ser de mi interés. Y no fue en una sola red sino en todas las que frecuentaba. No sé muy bien en cuál empezó pero casi al instante todas estaban mostrándome contenidos similares, como si trabajaran coordinadas o detrás de todas estu...

El androide y la pecera

Su nombre de serie era B3T0-3758 pero todos lo llamaban Beto desde que, en la primera misión de reconocimiento a la que fue enviado junto a una tripulación de humanos demasiado jóvenes, uno de ellos decidió que la sigla era impronunciable y llamarlo por el número final era despersonalizarlo. Por eso le imprimieron una gorra con su nombre en la frente, gorra que fue renovada varias veces a lo largo de tantos años de servicio y, con el tiempo, hasta le personalizaban las prendas reglamentarias. La verdad es que a Beto el tema de la despersonalización o no nunca pareció que le importara, no estaba programado para ese tipo de emociones, pero de alguna manera no descriptible en sus sistemas pareció que su nuevo nombre le caía bien y lo uso en los cincuenta años de trabajo en la corporación minera Galaxia NGC185 con las sucesivas tripulaciones para las que sirvió como explorador. Que ese androide se llamaba Beto ya lo sabían todos y era absolutamente normal, incluso en los períodos en los qu...