Isaac come una uva. La uva baja por su esófago y se acomoda en el estómago. Isaac come otra uva y otra y otra y otra. Todas hacen el mismo camino y se acomodan una junto a otra, una sobre otra, una debajo de otra. Come y come hasta que el estómago está completamente lleno de uvas. Y cuando no cabe ni una uva más, Isaac come una uva. La uva baja por el esófago y no entra al estómago, sino que se queda allí, a las puertas. Isaac come otra uva y otra y otra. Todas hacen el mismo camino y se acomodan una junto a otra, una sobre otra, una debajo de otra. Come y come hasta que el esófago está completamente lleno de uvas. Y cuando no cabe ni una uva más, Isaac come una uva. La uva ya no baja por el esófago hacia el estómago –están totalmente llenos de uvas- sino que se escapa hacia los pulmones y se acomoda en el fondo, bien abajo, al extremo de un bronquio. Isaac come otra uva y otra y otra y otra. Todas hacen el mismo camino y se acomodan una junto a otra, una sobre otra, una debajo de otra. Come y come hasta que los pulmones están completamente llenos de uvas. Y cuando no cabe ni una uva más, Isaac come una uva. La uva ya no baja por el esófago hacia el estómago ni escapa hacia los pulmones –están totalmente llenos de uvas- sino que va a ocupar un pequeño lugar en la parte más baja del corazón. Isaac come otra uva y otra y otra y otra. Todas hacen el mismo camino y se acomodan una junto a otra, una sobre otra, una debajo de otra. Come y come hasta que el corazón está completamente lleno de uvas. Y cuando no cabe ni una uva más, Isaac come una uva. Ésta ocupa un espacio pequeño en uno de sus riñones. Isaac come otra uva y otra y otra y otra. Todas hacen caminos parecidos y van ocupando cada espacio de su cuerpo, cada pequeño lugar donde pudiera caber una uva. Y cuando Isaac esta completamente lleno de uvas y ya no hay ni un miserable intersticio donde alojar una más, Isaac come una uva. Y entonces Isaac estalla en mil pedazos y cada pedazo de Isaac come una uva, que baja por el esófago del pedazo y se acomoda en su estómago, una junto a otra, una sobre otra, una debajo de otra.
Un día el algoritmo decidió que yo era una señora mayor, de entre los setenta y cinco años y el ya no me importa nada, de esa franja etaria en la que se baja el ritmo, se contempla más de lo que se actúa y se duele más de lo que se disfruta. Yo sé que suena a cliché, pero parece que los algoritmos también se nutren de los prejuicios, costumbres y visiones generalizadas. Y no es que yo pensara o viviera como una señora mayor, no no, yo no tenía nada que ver con eso, no era señora ni mayor y seguía con mi vida habitual y sin la menor intención de cuidar nietos. Pero por alguna razón el algoritmo empezó a mostrarme otros contenidos. No ya los que compartían mis amigos, casi muy pocos de los que generaban mis contactos pero muchos de los que se convenció iban a ser de mi interés. Y no fue en una sola red sino en todas las que frecuentaba. No sé muy bien en cuál empezó pero casi al instante todas estaban mostrándome contenidos similares, como si trabajaran coordinadas o detrás de todas estu...