Ir al contenido principal

Ya no

Ya no soy joven. Ya no soy virgen. Ya no soy estudiante. Ya no soy alumno. Ya no me estoy preparando. Ya no soy proyecto. Ya no puedo ser el nueve de Boca. Ya no quiero ser bombero ni astronauta. Ya no voy a ser alto. Ya no voy a ser petiso. Ya no voy a ser niño prodigio. Ya no voy a ser adolescente conflictuado. Ya no me importa a qué altura tengas las tetas, ni si te gusta el rock, el pop o las baladas. Ya no me fijo en las formas. Ya no protesto. Ya no me parece de vida o muerte usar corbata ni si las medias combinan o no con el sweater. Ya no me gusta tu histeria, no me divierte. Ya no tengo tan claro cuál es el bien y cuál es el mal. Ya no les creo. Ya no tengo opiniones formadas. Ya no me preocupa lo que piensen. Ya no quiero que me jodan. Ya no me interesa quedarme despierto. Ya no me drogo. Ya no me divierte emborracharme. Ya no soporto las resacas. Ya no sueño con la ruta. Ya no tengo mochilas sino valijas. Ya no duermo en el piso. Ya no uso el cajón de coca-cola como mesita de luz. Ya no juego cinco partidos en una tarde, ni siquiera en la playstation. Ya no me siento inmortal. Ya no me abrocha el cinturón. Ya no me acuerdo lo que hice anoche. Ya no sé lo que voy a hacer hoy. Ya no tengo nada que no sea mío. Ya no necesito que me avisen. Ya no rompo los despertadores. Ya no me molesta que no me tuteen. Ya no me importa. Ya no como cualquier cosa en la calle sin que mi estómago se queje. Ya no puedo evitar dar consejos. Ya no me miran torcido cuando lo hago. Ya no me preocupa si liberan a la ballena; es más, ya ni siquiera necesito mostrar que me preocupa. Ya no me importa un bledo cuándo empieza la temporada de nieve. Ya no me quedan tantas elecciones. Ya no puedo abrir esas puertas. Ya no te veo, ¡puta!, ya ni siquiera te sueño. Ya no hay forma de que tu cara sea lo que yo me acuerdo de tu cara, que tu aroma sea lo que yo me acuerdo de tu aroma, que tu cuerpo sea lo que yo me acuerdo de tu cuerpo. Ya no corro si no hay por qué. Ya no tengo más remeras que camisas. Ya no tengo más zapatillas que zapatos. Ya no necesito saber cómo es la soledad. Ya no busco compañías. Ya no apago las luces y pongo la música a todo volumen. Ya no me despierta tu imagen. Ya no me confundo. Ya no te engaño. Ya no me engaño. Ya no prometo. Ya no descubro.
Y entonces, ¿ahora qué?




"Lobos afuera" en Amazon

Entradas populares de este blog

El algoritmo decidió que yo era una señora

Un día el algoritmo decidió que yo era una señora mayor, de entre los setenta y cinco años y el ya no me importa nada, de esa franja etaria en la que se baja el ritmo, se contempla más de lo que se actúa y se duele más de lo que se disfruta. Yo sé que suena a cliché, pero parece que los algoritmos también se nutren de los prejuicios, costumbres y visiones generalizadas. Y no es que yo pensara o viviera como una señora mayor, no no, yo no tenía nada que ver con eso, no era señora ni mayor y seguía con mi vida habitual y sin la menor intención de cuidar nietos. Pero por alguna razón el algoritmo empezó a mostrarme otros contenidos. No ya los que compartían mis amigos, casi muy pocos de los que generaban mis contactos pero muchos de los que se convenció iban a ser de mi interés. Y no fue en una sola red sino en todas las que frecuentaba. No sé muy bien en cuál empezó pero casi al instante todas estaban mostrándome contenidos similares, como si trabajaran coordinadas o detrás de todas estu...

El problema son las esporas

—El problema son las esporas, son radioactivas y vaya Dios a saber qué más y no paran de caer, llevamos seis meses en esta puta colina y no parece que vaya a cambiar. Todos los días salgo a tomar muestras, todos los días tengo una lluvia de esporas sobre mi cabeza, todos los días me expongo a riesgos que ni siquiera podemos calcular. —Bueno, de eso se trata el trabajo, cuando aceptás una misión de exploración y reconocimiento básicamente estás aceptando correr riesgos que ni siquiera se pueden calcular a priori… —No, no esto, no estar meses y meses bajo una lluvia de esporas radioactivas, para esto era preferible que mandaran sondas y robots. —Ya los mandaron, nosotros somos la segunda ola, detrás nuestro vendrán los científicos y, si todo sale bien, los mineros y sus máquinas. —¿Y cómo mierda creen que todo puede salir bien si no para de llover esporas? —Hasta ahora no han podido comprobar que causen otro problema por fuera de la radioactividad, y los trajes son suficiente protección....

Pusilánime

 La pelota rodó y la paró en seco. Así, de una, sin vueltas. No como hacía siempre, que le buscaba el pelo al huevo hasta para pedir una milanesa en la rotisería: que el ajo, que el perejil, que si es frita o al horno. No no, esta vez no. Esta vez fue directo y concreto. Me voy al carajo, dijo. Me voy al carajo y no vuelvo nunca más. Y lo dijo tranquilo, sin gritar ni insultar a nadie, pero con una firmeza en la voz que no dejó lugar a dudas ni a intentar, siquiera, una negociación. Por eso Marina lo miró como si viera a un marciano. Por eso no le creyó al principio. Porque nunca lo había visto tomar una decisión en un segundo. Siempre evaluaba, sopesaba, medía, estudiaba, iba y venía, construía escenarios y nunca terminaba de decidirse. Por eso, justamente, se había hartado de él. Por eso le había hecho el planteo que le había hecho. Porque ya no aguantaba sus indefiniciones, sus rodeos. Por eso le había dicho que era un pusilánime y que ella no estaba dispuesta a seguir perdiendo...