Un sujeto A intenta convencer a un sujeto B de tenderse en C. A pesar de que parecía difícil lo consiguió rápidamente y no tardó en suceder que el sujeto A tratara por todos los medios de convencer al sujeto B de no tenderse tan seguido porque no había cuerpo alguno capaz de resistirlo. El tiempo transcurría así, plácidamente, entre tendidas y levantadas de A y B hasta que volvió D y la cosa se complicó bastante. No es que el sujeto D tuviera algo en contra de tenderse; de hecho, lo hacía con A y podía decirse que lo disfrutaba plenamente. El problema era que a D le molestaba profundamente que A se tendiera con B porque decía que después perdía las ganas y ya no quería hacerlo con nadie más. Simples excusas. El sujeto A tenía suficientes ganas como para tenderse con B en C, con D en E o con F en G si por caso se diera; lo que sucedía era que el sujeto D sentía celos y no quería aceptarlo. Su relación con el sujeto A no le permitía hacer este tipo de planteos, pero realmente le molestaba la extrema liberalidad con que A manejaba sus tendidas. Además, D pensaba siempre en las consecuencias: cuanto más se tendiera el sujeto A, más riesgo habría de que apareciera un sujeto N, o n sujetos U según se viera, por lo que las paralelas transformadas ahora en triángulo pasarían a ser cuadrados, pentágonos u otras figuras que no tardarían en desembocar en un círculo; y dadas las características de A, no puede dudarse que sería un círculo vicioso. Así, el sujeto D decidió presionar al sujeto A para que dejara de tenderse con el sujeto B en C, mientras que B acosaba a A para seguir haciéndolo.
Ahora el sujeto A intenta convencer al sujeto B de no tenderse más en C y al sujeto D para que vaya a visitar a algún sujeto H por varias temporadas, mientras sonríe con cariño al sujeto J.
Ahora el sujeto A intenta convencer al sujeto B de no tenderse más en C y al sujeto D para que vaya a visitar a algún sujeto H por varias temporadas, mientras sonríe con cariño al sujeto J.