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El Sanador

Estoy en la fila, como todos. Delante de mí debe haber unas cincuenta o cien personas, no soy muy bueno para calcular. Detrás de mi, otras tantas. O tal vez más. Hay de todo. Hombres, mujeres, chicos, animales e incluso hasta algunas plantas. No sé quién las trajo, parece que hubieran venido solas pero cada vez que levanto la vista las veo conservando su lugar en la fila, avanzando a paso lento como todos, deslizando sus macetones sin hacer ruido, sin decir palabra. En realidad, son las únicas que no hablan. En la fila todos comentan sus dolencias con los ocasionales vecinos, estableciendo una intimidad casual amparada en la necesidad común, en la circunstancia desgraciada y a la vez feliz. Desgraciada por el motivo. Feliz por la solución al alcance de la mano. Como la señora que explica a los cuatro vientos que ella no cree, pero que viene por su hijo, que si cree y está en cama esperando su pedazo. Dice que sólo necesita un pedacito pequeño, que con unos gramos se arregla. O los tull

Un optimista

Camino por el borde de un vaso. Es estrecho, pulido, resbaloso y, por supuesto, curvo. La curvatura es lo que define la esencia del vaso. He visto intentos de vasos cuadrados pero nunca me parecieron vasos. La curvatura y el poseer fondo. Mi vaso es curvo –cilíndrico diría mi profesor de geometría- y tiene un fondo lejano que no alcanzo a divisar. Está lleno de un líquido oscuro que parece agitarse con un maremoto en miniatura. Es una suerte que mis vasos siempre estén llenos. O al menos que yo siempre los vea así. Conozco demasiada gente con vasos vacíos. Es más, conozco demasiada gente que trata de convencerme de que mis vasos están vacíos. Aunque yo los veo llenos. Siempre. Incluso éste por el que camino con cuidado, tratando de no resbalar. Camino por el borde pulido teniendo a un lado el líquido oscuro con su oleaje y al otro un precipicio interminable. El precipicio es luminoso pero no alcanzo a ver el fondo. Estoy seguro que la caída sería fatal. Aunque no vea el fondo, aunque

El problema

Hay un grupo de cuervos que me picotean los ojos. Son siete u ocho ya no sé bien, es que son tan parecidos que me cuesta individualizarlos. Me picotean fuerte, con saña. Me clavan sus picos duros sacando sangre y humores hasta vaciar mis cuencas. Graznan y se turnan para lacerarme, para herirme y alimentarse con mis despojos. A veces yerran el picotazo y golpean mi nariz. Me partieron el tabique en uno de esos errores. Creo que son errores, no sé, no quieren alimentarse con mi nariz. No; quieren mis ojos. Les gusta su consistencia gelatinosa, el ruido que hace al romperse el cristalino, el sabor tibio de la mezcla de sangre y pupila. Realmente me cuesta soportar el dolor que me producen sus picos, el tremendo impacto de sus puntas afiladas, el sonido de sus aleteos, la letanía de mis propios quejidos. Pero ese no es el problema. No. El verdadero problema es saber que tengo la capacidad de regenerar un nuevo par de ojos. "Hay noches" en Amazon

De bestias

Es una mariposa grande, llamativamente grande. Tan grande que de lejos podría confundirse con un pájaro pequeño, con un gorrión. O con un murciélago. Si, con un murciélago. Sus alas se parecen más a las de un murciélago. Un murciélago multicolor y de movimientos sutiles. De lejos. De cerca es un monstruo, con una trompa enrollada, antenas y ojos facetados, un cuerpo alargado, patas increíbles y esas alas de una envergadura imposible. Un auténtico monstruo volador. Es un tigre pequeño. Pequeño para tigre. Cómo gato sería un desastre. Si saltara sobre la mesa de la cocina la destrozaría por su peso. O si se acurrucara en la falda de Mabel y se le ocurriera ronronear su rugido se escucharía desde la planta baja. Tiene las zarpas del tamaño de un peluche pequeño y los dientes fuertes como cinceles. Su pelaje blanco parece plateado en la luz de la tarde. Parece azulado, tornasolado en el crepúsculo. Y las rayas que lo camuflan se tornan grises. Es un tigre pequeño y un gato enorme. Es una

¿Por qué aquí?

“And you may ask yourself -Well...How did I get here?”  -Talking Heads, Once in a lifetime- Llegué a casa e introduje la llave en la cerradura. Había sido un día complicado. Estaba cansado y enojado. El viaje había sido largo, muy largo. Por alguna razón me costaba tener un recuerdo fresco de por dónde había vagado mi mente en el regreso de mi trabajo, pero tenía la oscura sensación de haber salido por un rato de este mundo, como si hubiera dormido todo el trayecto y aún no terminara de despertar. No llegué a hacer girar el tambor cuando me extrañé frente a la puerta. La madera oscura y trabajada, el pomo de bronce, la cerradura pequeña. Esa no era la puerta de mi casa. Quité la llave y retrocedí unos pasos. El pórtico iluminado estaba enmarcado por dos columnas por las que trepaba una Santa Rita. Las flores fucsia contrastaban con el negro de la noche, iluminadas por dos faroles de hierro forjado. El frontispicio tenía un pequeño alero de vidrio esmerilado que protegía a los visita

Perfiles

La lagartija de la derecha tiene un perfil penetrante. Toda su cabeza parece querer estar siempre ubicada cinco centímetros más adelante de la posición correcta, por lo que termina arrastrando permanentemente a su cuerpo que hace un esfuerzo desesperado por alcanzarla. Al verla no puedo evitar pensar cuándo se dará cuenta el bendito cuerpo que cada vez que cree alcanzar a la cabeza ésta se vuelve a escapar sin siquiera tener un mínimo instante de tranquilidad. El perfil es agudo, de flecha que sólo apunta hacia adelante aunque adelante pueda ser cualquier dirección hacia la que se dirija la cabeza. El ojo saltón se mueve permanentemente, buscando sobre el hombro para ver cuándo llegará el predador justiciero. Los labios tan finos casi parecen sólo borde retorcido de un cuero mal terminado. No tiene mentón, y sólo cuando lo pienso me doy cuenta de cómo me molesta esa cara sin basamento, parece que todo fuera en dirección hacia la boca finita y larga, que se convierte en el faro que guía

La carrera

Púas. Hay púas en el piso. No puede avanzarse cuarenta centímetros sin encontrar una púa que sale de la tierra para clavarse en lo que sea. Hay púas altas y afiladas. Hay púas pequeñas y afiladas. Hay púas anchas, hay púas estrechas, pero todas lastiman, desgarran, hieren. La carne sangra cuando la rozan. Es imposible caminar entre las púas, y sin embargo hay que seguir moviéndose, avanzando, yendo vaya Dios a saber a dónde, caminando entre las púas que lastiman, que se oponen, que no perdonan, que parecen ensañarse más a cada paso, como si tuvieran el firme propósito de impedir que pueda seguir, como si cada una fuera una mente malévola empeñada en clavarlo en ese lugar para siempre. Otro paso, uno más corto y ya aparece otra púa lastimando su pie herido, sacando un poco más de sangre a un pie que ya hace rato que deja una huella roja. Un paso más. Un arañazo más, y esta vez lo hace caer. Púas se clavan en sus manos y la sangre brota como el agua en un geiser, explotando y manchando t

Life

Levantarse, cambiarse -nunca vestirse-, salir, viajar pero sólo por cuarenta minutos y apretado, caminar, llegar, saludar, sentarse, desayunar, empezar. Trabajar, escribir, tirar, volver a escribir, corregir, volver a tirar, escuchar, atender, contestar, volver a escribir, acudir, obedecer, pensar poquito, acotado y por encargo, volver a escribir -frases cortas y sin metáforas-, hablar, escuchar, no profundizar, no comunicar más que lo estrictamente necesario, comer poco, apurado y sin colesterol ni hidratos de carbono, descansar quince minutos por reglamento y sin salir del escritorio, empezar otra vez. Completar planillas, sellar, escribir, pedir autorización, volver a escribir, corregir, presentar, volver a corregir, complacer, volver a presentar, responder, respirar, esperar la hora, quedarse, no cobrar, quedarse un poco más, agradecer, salir, viajar pero sólo por cuarenta minutos y apretado, caminar, llegar, saludar, sentarse, cenar, mirar la tele, discutir pero sólo por oficio, o
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