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Mal

El Mal puede adoptar distintas formas. Uno nunca sabe cómo va a encontrarlo, pero seguro no será convertido en una bestia gigante con alas de murciélago y cuernos. No, el Mal siempre usará una apariencia más sutil, tendrá un traje oscuro, una sonrisa amigable. O tal vez no tendrá siquiera un traje, vestirá un jean y una remera, tendrá apariencia inocente e informal y una enorme paciencia para esperar su momento, para golpear justo y ser devastador. O no golpeará nunca, pero irá horadando la piedra como el agua, en un trabajo constante, perpetuo, paciente e inequívocamente eficiente, hasta lograr su cometido, hasta destruir todo lo que hay de bueno en el mundo. El Mal puede tener mil rostros. Uno no siempre lo reconocerá a primera vista. No tiene la amabilidad de pintarse la piel de rojo y engomarse los bigotes y la barbita candado. No, en general tendrá una cara apacible, tenderá su mano ofreciendo amistad, invitará a confiar en él y entonces, cuando la guardia esté baja y las defensa

Luces

Era un escaparate brillante. Incluso desde muy lejos atraía las miradas tanto como a los insectos en verano. Debía tener por lo menos unas cuatrocientas luces de todos tipos. Las había puntuales y difusas, blancas y de colores. Siempre había sido brillante, desde el mismo momento de la inauguración allá lejos y hace tiempo, como le gustaba decir a mi tía. No serían cuatrocientas en ese entonces, pero seguro que también eran muchas. Cada temporada se renovaban junto con los productos exhibidos, buscando la mejor manera de atraer a los paseantes. Cuando llegó la época del movimiento las luces alcanzaron su esplendor. Se encendían en secuencias perfectamente sincronizadas, formando un ballet de colores que obligaba a la gente a detenerse a contemplarlo, sin importar si en la calle hacía frío o calor. Incluso hay quienes afirman haber visto muchos paseantes detenerse aún bajo la lluvia para contemplar la danza de las luces de colores de la tienda. Un día bajaron las ventas. El jefe de ven

Sesión

La escena es bastante sencilla de imaginar. Todo transcurre en el consultorio del Terapeuta, con dos personas sentadas frente a frente escritorio de por medio. En algunos casos, las dos personas son el Terapeuta y la Madre. En otros, el Terapeuta y la Hija, aunque no es necesario que fuercen la imaginación para crear las caras de la Madre y de la Hija; bastara con saber que ambas pueden representarse como la misma mujer que cambia su gesto al pasar de una a la otra, de un rictus afectado de forzada simpatía a un rostro huidizo de exagerada timidez. - Dibujá una casa La Hija toma el papel y hace un dibujo pequeño en la parte inferior de la hoja. Cuando termina hace un gesto como para devolver la hoja pero se detiene y pregunta – ¿Esta bien así o hago más? - Como vos quieras. Entonces la niña duda un momento, lo piensa y vuelve a comenzar. - ¿Y de chica como era? - No sabe, era tan buenita. Así como la ve ahora, un bebé que casi no lloraba, que no se fastidiaba por nada. Casi le

Ruego

-¿Puedo disponer de mi tiempo? ¿Puedo manejarlo? Digo; ¿puedo hacer que mi tiempo retroceda aunque sea sólo una vez? ¿Puedo, Señor? Como ves, no es mucho lo que pido. No Te pido que salves mi alma ni que protejas mi salud ni nada más importante. No quiero que cambies el mundo; es más, ni siquiera se me ocurre pensar en pedirte que me expliques por qué hiciste lo que hiciste con Tu Creación. Yo sólo quiero que me permitas volver en el tiempo una vez, sólo por un momento, nada más para verme en sus ojos verdes como aquella noche; nada más para decirle todo lo que callé. No pido demasiado. No es mucho para alguien como Tú, que todo lo puedes. Es sólo un momento y nada más. No quiero que la convenzas de nada, ni que le expliques, ni que le cuentes. Yo sé que si me viera vendría conmigo sin dudarlo. Yo sé que si volviéramos a ese momento los dos actuaríamos de otra forma. ¿Es tanto lo que pido? Además, ¿no lo merezco acaso? He sido bueno. No he robado. No he matado. Nunca perjudiqu

Lobos afuera

- Escuchá: hay lobos afuera. - ¿Cómo querés que escuche con la tormenta que hay?. Lo único que se oye es el viento, la lluvia y los truenos. - No, boludo. Escuchá bien. Escuchá los gruñidos. - No escucho nada. - Vos porque no querés escuchar. - No sé, lobos o no lobos hay que ir a buscar ayuda. Si nos quedamos acá nos va a tapar la tormenta. - Pero si salimos nos matan, te digo que hay lobos. - Yo no escucho nada. Ni un aullido. Los lobos aúllan, no sé cómo hacés para identificar un gruñido, por ahí no son lobos. - Puede ser, por ahí no son lobos, son chacales. Una jauría de chacales esperando que pongamos un pie fuera de la cabaña. - ¿Chacales? ¿Y se puede saber cuándo en tu puta vida viste un chacal? - Vi muchos. Sin ir más lejos, hace un mes pasaron un documental sobre chacales en National Geographic. - Ah, ya veo de dónde viene el delirio. - No es ningún delirio. Escuchá bien. -... - Shhh!! ¡Ahí! ¡No me vas a decir que no escuchaste el gruñido! - ¿Te parece que fue un gruñido? -No,

La cuota

No hizo falta que doblara el pasillo para que su presencia se notara. El frío, el vacío; esa sensación conocida. Avanzó sin ruido y se paró a las puertas de la sala de terapia intensiva casi por cortesía, como solía hacer. El médico dejó por un momento la lectura, levantó la cabeza e intentó disfrazar el gesto de decepción, mientras preguntaba - ¿Cuánto hiciste? - ... - ¿No es un poco temprano para que vengas acá? Me parece que te queda laburo afuera; digo, todavía falta un rato para que salga el sol. - No hay más tiempo, en media hora se cae un avión en China. - ¿Media hora? Mmm, mejor andá directamente para allá, que no vas a llegar... - Yo siempre llego, y no me obligues a los lugares comunes que sabés que los detesto, ya suficiente con tener que andar con esta al hombro nada más que por tradición.- y la guadaña brilló en un reflejo azul que metió miedo. - No, yo porque... - ... - Está bien, ¿cuánto te falta? - Tres. - ¿Tres, en serio? - Siempre es en serio... - No, esta vez son muc

Anna

El hecho sucedió en África, en un país de la región central para ser más precisos. A pesar de que las redes de información nunca fueron tan eficientes como en este momento de apogeo de la cultura electrónica, sólo se conoció una versión imprecisa y en determinados círculos. Probablemente sea porque el proyecto nunca existió oficialmente; o porque nadie trabaja en el desarrollo de las armas químicas o de las otras. El laboratorio era subterráneo. Protegido de toda mirada indeseable (de toda mirada, en realidad) tenía su entrada sellada hasta que se concluyeran los trabajos de investigación. Ningún ser humano podía entrar o salir hasta que todo estuviera terminado; es más, algunos dicen que la idea era que ningún ser humano pudiera entrar o salir nunca más (los proyectos de defensa tienen mecanismos de seguridad un tanto extraños). Sin embargo, el contacto con el exterior era permanente. Anna tenía acceso a todas las redes informáticas existentes. Pero no era esta su única actividad. D