Un desperfecto en los propulsores lo obligó a salir del túnel en un lugar equivocado, demasiado cerca de un agujero negro enorme cuya atracción gravitacional había, probablemente, complicado el rumbo trazado originalmente. El problema se agravaba justamente porque ese defecto en los propulsores le impedía escaparse de la fuerza gravitacional que marcaba un final inexorable para su viaje, perdiéndose en la oscuridad y el silencio para toda la eternidad. Tantos años de recorrer el espacio le habían enseñado a no desesperarse ante ninguna circunstancia, por lo que en lugar de angustiarse sopesó detenidamente sus posibilidades mientras su nave flotaba lentamente hacia el que, parecía, sería su último acto. Y justamente este pensamiento fue el que empezó a molestarle, su último acto no podía, no debía ser desaparecer en la nada sin ninguna consecuencia visible, sin que nadie siquiera se enterara. Algo tenía que poder hacer para torcer su destino y, después de evaluarlo todo, entendió que ju...
No importa quién seas. No importa qué hiciste. Son sólo los textos, las palabras.