Ir al contenido principal

Entradas

Mostrando entradas de mayo, 2024

Y un día te encontrás

Y un día te encontrás cenando con tu pareja en tu casa y la conversación se arrastra lenta y pesada como una gota gigantesca, una burbuja de plomo líquido pero frio que rola densa sobre un campo lleno de intersticios y orificios y desvíos y meandros y obstáculos y empezás a ver la situación y te das cuenta de que te ves a vos mismo pero no sos vos y hay un hombre con tu cara y tus gestos que está sentado a esa mesa y contesta con monosílabos, o no, tal vez sean frases largas y grandilocuentes pero no podés precisarlo, no terminás de entender lo que hablan pero sí sabés que no sos vos, que no podés ser vos porque vos estás a doscientos kilómetros de ahí, observando la escena pero sin escuchar lo que dicen porque lo que dicen hace años que dejó de ser lo que tenés ganas de escuchar y entonces pensás en esa mancha pequeña que hay en el mantel, esa mancha amarilla con forma de lengua o de lagartija sin patas o de dragón, sí, eso, de dragón chino, sin alas pero volador y amarillo y tornasol...

Series VIII

—¿Y si un día nos toca ganar? No digo una cosita de nada. No digo un empate en el último minuto. No no, digo… ¿y si un día nos toca ganar en serio, con lujos, moños y firuletes? Imagínense lo que sería si un día nos toca a nosotros, si por una vez los planetas se alinean, la taba cae de cara y la caprichosa suerte nos pega un flor de chupón, de esos que te sacuden hasta el fondo del alma. Porque nosotros también tenemos derecho y alguna vez nos puede tocar, ¿o no? Hace siglos, milenios que lo venimos mereciendo. ¿Y si un día nos toca? ¿Si por una vez, aunque sea por error el premio es para nosotros? ¡Qué fiesta sería ese día! Haríamos sonar las cornetas de la alegría y cantaríamos y bailaríamos como si nunca hubiéramos cantado y bailado. Y las multitudes saldrían a las calles sin que nadie pueda explicarlas ni contenerlas y la fiesta estallaría en cada barrio, en cada plaza, en cada casa. Y los músicos espontáneos sonarían sus instrumentos con las melodías más alegres y contagiosas, la...

El Cacho y el Ángel

Son las once de la noche y el Cacho ladra. Hace ya una semana que cumple con ese ritual. Todas las luces están apagadas, la casa en silencio con sólo la respiración difícil de Carlitos resonando pálida desde su habitación y el Cacho empieza a ladrar. Se para frente a la puerta de calle y ladra con furia, como si le estuviera advirtiendo a alguien que no entre. A alguien o a algo. Fueron varias las noches que Papá se levantó para ver que pasaba y no encontró nada, sólo la furia del perro apuntando a la puerta. Y no es el clásico perro ladrador. El Cacho es más bien tranquilo y haragán, de esos mastines que se imponen más por presencia que por agresividad, el compañero de juegos ideal para todos, que hasta podíamos subir a Carlitos a su lomo sin que se le altere un músculo. Es que con Carlitos tiene absoluta devoción. Desde el mismo momento que Mamá quedó embarazada El Cacho empezó a cuidar al pequeño por nacer y no se apartaba de Mamá mientras ella estaba en casa. Al principio creímos q...