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Cuestión de equilibrio

Es de noche y estoy cansado. Subo al taxi. El tachero ni gira la cabeza, apenas alza los ojos y me mira en el espejo. No habla. Espera mi indicación. - Balcarce e Independencia, por favor. Arranca. No alcanza a avanzar tres metros que empieza con su discurso. - Calor, ¿no? Pleno agosto y este calor. Es una locura. Uno ya no sabe que pensar. Un día calor, al otro día caen piedras grandes como sandías, al otro un frío polar. Salís a la mañana y te abrigás porque si no te morís de frío. A las diez de la mañana no sabés qué hacer con toda la ropa que te pusiste del calor que hace. El mundo se va al carajo y por algún lado explota. Todo este quilombo es por algo. El hombre jode y jode y jode y por algún lado el mundo explota. La naturaleza te pasa la factura. Es una cuestión de equilibrio. No puede ser todo gratis, en algún momento se paga. - ¿Le parece? No creo que haya escuchado mi pregunta, pero igual sigue. - El mundo está dado vuelta. Mucha joda en todas partes. El hombre meta bo

Isaac come una uva

Isaac come una uva. La uva baja por su esófago y se acomoda en el estómago. Isaac come otra uva y otra y otra y otra. Todas hacen el mismo camino y se acomodan una junto a otra, una sobre otra, una debajo de otra. Come y come hasta que el estómago está completamente lleno de uvas. Y cuando no cabe ni una uva más, Isaac come una uva. La uva baja por el esófago y no entra al estómago, sino que se queda allí, a las puertas. Isaac come otra uva y otra y otra. Todas hacen el mismo camino y se acomodan una junto a otra, una sobre otra, una debajo de otra. Come y come hasta que el esófago está completamente lleno de uvas. Y cuando no cabe ni una uva más, Isaac come una uva. La uva ya no baja por el esófago hacia el estómago –están totalmente llenos de uvas- sino que se escapa hacia los pulmones y se acomoda en el fondo, bien abajo, al extremo de un bronquio. Isaac come otra uva y otra y otra y otra. Todas hacen el mismo camino y se acomodan una junto a otra, una sobre otra, una debajo de otra

Un hombre común

Foto: Anibal Rodolico Juan es un hombre común, como cualquiera. Se levanta a las siete menos cuarto todos los días, corre unos cuarenta y cinco minutos, se baña, desayuna y sale a trabajar. Tiene un trabajo común, como el de todo el mundo, que le ocupa unas diez horas del día. En sus días de trabajo muchas veces se aburre, algunas se apasiona y unas pocas son jornadas realmente excepcionales, pero eso sí, en ninguno producirá nada irremplazable en la historia universal, como casi todo el mundo por otra parte. Juan tiene una novia especial, como todos y unos amigos fantásticos, como cualquiera. Los ve un par de veces a la semana, por la noche, cuando el trabajo se termina y la vida que se parece a la vida empieza. Los ve por algunas horas y eso le permite volver feliz a su casa y estirarse en el potro, como todo el mundo. Juan empezó estirando lo justo, con las ataduras de tobillos y muñecas habituales, pero poco a poco fue perfeccionando la estirada y añadiendo puntos de enganch

Hay noches, Gárgola Ediciones 2015

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Tiempo y espacio

Corro desfasado. Es extraño pero es simple. No es un tema de velocidad sino de sincro. Corro junto a su auto pero nunca llego a estar a su lado. Veo su cara en la ventanilla. Acelero tanto como la máquina, pero estoy corrido en tiempo y espacio, llego al mismo lugar unos segundos después. Sólo unos segundos, los suficientes para verla y que ella no me note. Cada vez que quiero hablarle ella ya no está allí. Pero estuvo. Y debería seguir estando porque en los  papeles pasó por allí a la misma hora que yo, pero no nos vemos porque yo estoy desfasado, fuera de sincro. Mi secuencia espacio tiempo se corrió unos segundos. O unos centímetros, no termino de entender la diferencia. No sé si el tiempo es espacio o el espacio es tiempo. Es más, si me apuraran y me exigieran una definición precisa para tiempo creo que me ruborizaría y sólo intentaría cambiar de tema. Ni hablar de espacio. Lo único que sé es que yo estoy desfasado. No mucho, no lo suficiente como para pertenecer a otro mundo e ign

Hoy no

El payaso se plantó muy firme y miró a su auditorio en silencio. Sus ojos recorrieron las gradas lentamente, como tratando de individualizar y retener en su memoria cada uno de los rostros de las pocas personas que habían pagado su entrada para ver la función. Los miró y no dijo nada. Su cara no hizo gestos. Ni una sonrisa ni una mueca de tristeza, de esas de payaso de cerámica patético con lágrima dibujada. No. Nada. Ni un gesto. Los miró a todos a los ojos, uno por uno y sin hablar. Sólo esperó en silencio. Un minuto, dos, tres. A su alrededor fueron cesando todos los sonidos y la atención se concentró en su figura inmóvil en medio de la pista. Hasta los elefantes dejaron de barritar por un momento. La tensión la rompió una chica joven, de la fila cinco que se tentó y empezó a reír, primero nerviosa, después aliviada, con una carcajada cristalina que contagió a los demás y pronto todos reían como en las mejores funciones. Todos menos el payaso, que permaneció serio e inmóvil en medio

Crack

Sonríe y le entrega la flor. Es un crisantemo púrpura de un color muy intenso, como la capa de un obispo de los que uno se imagina que usan capa púrpura y de ahí lo de purpurados. Casi lo único que se ve por un momento es esa mancha de color en el entorno gris. Una luz frágil, elegante, pura en medio de un fondo impreciso. Es un instante de primerísimo primer plano de la flor con su paz y entonces sí, se escucha el crujido, la cámara vuelve a abrirse y se ve la rajadura que empieza a correr justo justo entre medio de los dos, que corre y corre hasta que se abre la tierra y el banco en el que estaban sentados se parte al medio y los separa mientras sus manos se extienden para juntarse, una vacía, la otra con el crisantemo púrpura que parece más frágil en medio del mundo que se fractura. Y las manos casi llegan a rozarse pero la rajadura se abre más y el hueco en la tierra empieza a tragarse todo lo que los sostiene mientras ellos se afanan por saltar de roca en roca para volver a juntar

Series V

La vida es muchas cosas. Pude ser corta o larga; puede ser variada, monótona, aburrida, excitante y hasta impactante. Pude ser simple o compleja, dinámica, cambiante, alegre, sorprendente, asombrosa. A veces previsible, llana, tranquila. A veces extraña, anodina, difícil. Es misteriosa, insondable, inabarcable y a la vez frágil, débil, huidiza. Es luminosa, diáfana, transparente, oscura, intrincada, complicada. Puede ser sagrada y prosaica, inmaculada y hasta escatológica. Puede ser caprichosa, seductora, atractiva, sincera y traicionera; colorida, urbana, rural y solitaria. Es aleccionadora y ejemplar. Es olvidable, desperdiciada. Puede ser gigante y pequeña, única y recurrente, poderosa, incontenible. Puede ser monacal, enclaustrada, ermitaña, libre, abierta, sociable. Puede ser creativa, riesgosa y hasta inconsciente. Puede ser paranoica, obsesiva, mutante, cambiante, evolucionada. Puede ser tradicional y conservadora, exitosa, esplendorosa, fracasada, egoísta, enferma, resentida. P
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El Sanador

Estoy en la fila, como todos. Delante de mí debe haber unas cincuenta o cien personas, no soy muy bueno para calcular. Detrás de mi, otras tantas. O tal vez más. Hay de todo. Hombres, mujeres, chicos, animales e incluso hasta algunas plantas. No sé quién las trajo, parece que hubieran venido solas pero cada vez que levanto la vista las veo conservando su lugar en la fila, avanzando a paso lento como todos, deslizando sus macetones sin hacer ruido, sin decir palabra. En realidad, son las únicas que no hablan. En la fila todos comentan sus dolencias con los ocasionales vecinos, estableciendo una intimidad casual amparada en la necesidad común, en la circunstancia desgraciada y a la vez feliz. Desgraciada por el motivo. Feliz por la solución al alcance de la mano. Como la señora que explica a los cuatro vientos que ella no cree, pero que viene por su hijo, que si cree y está en cama esperando su pedazo. Dice que sólo necesita un pedacito pequeño, que con unos gramos se arregla. O los tull