Un estornudo. Es eso, es un estornudo, todo pasa en el tiempo de un estornudo. Estás en el patio del jardín de infantes subiendo los cinco escalones del tobogán y te parece que no puede haber un lugar más alto en todo el mundo. Parpadeás, y tu maestra de séptimo pasa por el medio de las filas con la canasta de medialunas y el carro de mate cocido y al rato te matás para ganar los clásicos del Colegio con la tarde, pero sabiendo que lo mejor del partido van a ser los comentarios posteriores del Sambu y la calentura de Lato y terminás dentro de la pileta, vestido, un poco entonado y festejando el egreso. Militás el regreso a la democracia en la facultad y te convencés de que podés ayudar a cambiar al mundo mientras que al mundo le chupa un huevo y sigue dando vueltas despacio alrededor del sol. En paralelo, un sábado en el que corría Reuteman, tu viejo te mira y dice vamos a comprar una tele color, quiero ver bien la carrera y te brilla la carita y salís corriendo con él a elegirla ...
No importa quién seas. No importa qué hiciste. Son sólo los textos, las palabras.