Puede haber variadas, innumerables razones para volar en Nochebuena. Mirando los rostros de las personas que se amontonan en esta sala de preembarque se lee un muestrario de ellas. La rubia de la revista, por ejemplo. Todo en su aspecto trata de decir que está más allá de las fechas y las costumbres. Los pantalones raídos, la gorrita vuelta hacia atrás, la cara sin pintar, la mirada desafiante. Seguramente hay detrás una historia de rebeldía familiar. La pelea con un padre distante y autoritario cuando la nena se puso las primeras minifaldas y un desgarro mortal cuando ella vio que la madre, a quien siempre creyó de su lado, terminó apoyando al padre en la censura de ese noviecito desaliñado que ahora recuerda con cariño sólo por haberle servido de detonante para salir de casa a ver el mundo. O tal vez es más clásico aún. Tal vez hay un pasado en colegio de monjas y medias de algodón siempre levantadas hasta las rodillas. Tal vez hay una salida de la burbuja de cristal de la mano de un...
No importa quién seas. No importa qué hiciste. Son sólo los textos, las palabras.